Mucho ha dañado al desempeño económico el clima hostil a la inversión y emprendimiento desplegado por el gobierno de López Obrador.”

En términos económicos, el sexenio que transcurre equivale a un sexenio perdido. Ciertamente es una noticia que no queremos escuchar los mexicanos en vísperas de la Navidad del 2022.
El tamaño de nuestra economía será al final del 2024 apenas ligeramente superior de lo que recibió el señor López en el 2018. Estancado en el fango de la desconfianza en su Gobierno, apenas y logró mejorar unos centímetros en un inmenso lodazal de retrasos.
No crecer implica muchas cosas negativas, la más importante es que, con millones de nuevas manos ingresando anualmente al parque laboral, se mantiene alto el índice de desempleo/subempleo. Sin trabajo, ingresan al sótano de la indigencia alrededor de 5 millones de mexicanos, esto es, crecen las carencias, necesidades, pobreza y con ella la desesperación.
Con menores ingresos dispersos en la población se reduce la demanda de bienes y servicios, lo cual merma la pujanza de las empresas, reduce su capacidad de inversión y de contribución al bienestar de la sociedad. Al revisar la causa de este desempeño tan mediocre en el terreno económico deben señalarse los efectos de la pandemia: esa contracción en nuestro PIB de 8.5% ha resultado un tremendo golpazo.
¿Pudo haber hecho algo nuestro Gobierno para aminorar el golpe? Sí, por supuesto, implementando estímulos de toda índole, desde fiscales hasta de tramitología, crédito o incentivos, y decidió no hacerlo. Sin embargo, si bien la falta de apoyo pandémico y post pandemia pudiera ser el contribuidor más importante, no es el único.
Mucho ha perjudicado el desempeño económico el clima hostil a la inversión y al emprendimiento desplegado por el Gobierno del señor López, quien ha insultado y calificado -sin prueba alguna ni razón- de “rateras” a empresas extranjeras y nacionales. En todo momento expresa desdén por la labor empresarial, mostrando una actitud comunista hacia conceptos como las “utilidades”, tratándolas como algo condenable, en lugar de considerarlas un estímulo a la eficiencia, a la productividad y a la competitividad.
Declaró su Gobierno una guerra burocrática contra las energías limpias y contra quienes invirtieron en este campo de avanzada; ha cancelado contratos -lo que es un vil despojo- de producción energética con empresas privadas, nacionalizaron la producción de litio, se atrincheraron en la monopolización de Pemex y la CFE, han fracasado en contener la inflación con un Plan de amenaza a productores y distribuidores en vez de equilibrar la oferta con la demanda.
Han generado desconfianza tremenda al pisotear leyes y/o cambiarlas cuando no les conviene, no muestran respeto por reglas o conceptos relacionados con los frenos y equilibrios, que son la base de cualquier democracia, olvidando algo muy básico y necesario: en la democracia se acota el poder de los gobernantes, no se absolutiza.
Y además del clima hostil a los negocios, adicionalmente la actividad empresarial y productiva en México se desempeña en un clima social de inseguridad y violencia que, digan lo que digan y hagan lo que hagan, no logran controlar. Sumemos a ello la incesante marcha hacia la militarización del País, con el consecuente debilitamiento de nuestras instituciones cívicas que han sido desplazadas en su funcionamiento por los militares.
Esta militarización se mira como una inclinación hacia el absolutismo, lo cual dista mucho de ser conducente a la confianza. Sin confianza no puede haber inversión y sin ésta el crecimiento económico se torna imposible.
Los números sexenales del crecimiento económico (0.3 anual al 2024) resaltan, pues, el ser producto de una concatenación de factores, casi todos imputables al mal gobierno, a uno más preocupado por controlar y concentrar el poder en manos del señor López, que en elevar el nivel de vida de los mexicanos.
El señor López anda cerca de cumplir mil “mañaneras”, en las que se ha dedicado preponderantemente a destruir en vez de construir. En atacar a quienes disienten de él, y no en proponer planes concretos para impulsar el progreso de México.
Lo paradójico es que no se percata de que ha generado un círculo de crítica perpetua: nadie en su sano juicio puede condonar su agresividad, rijosidad y actitud bélica, él mismo genera la crítica que lo molesta y que alimenta su perenne ira. ¿Cuándo se romperá este círculo vicioso?
 

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