Son días de Navidad, de recordar el nacimiento de Jesús de Nazareth y de estar con los nuestros. José Saramago, Nobel de literatura, escribió una obra formidable en lo literario: “El Evangelio según Jesucristo”. El Evangelio que propone José Saramago es una buena lectura incluso para quienes confesamos creer en el Evangelio cristiano. Es una mezcla cuidadosa de historia novelizada, delicadas descripciones de lo que no nos atreveríamos a imaginar y una continua convocatoria a las preguntas: ¿Quién fue Jesús? ¿Para qué nació? ¿Por qué murió? y ¿En qué parte de su historia se cumplió la voluntad del Padre?
Cuando este País dividido por el odio, se nos escurre entre las manos; cuando el corazón del mexicano más late buscando utopías asqueado por gobiernos de políticos corruptos y narcos asesinos, necesitamos respuestas a las preguntas fundamentales de la existencia: ¿para qué nacimos? ¿qué sentido tiene la vida? ¿Es solo el poder y el dinero? ¿Qué sucede con los trozos de personas y los guiñapos que muestra la muerte en las calles provocada por narcotraficantes y el hambre de robo que tiene la clase política? ¿Qué tiene el corazón del ser humano que ha escondido en sus fibras lo que mejor tenemos las personas?
A pesar de ser México una sociedad católica y de enorme fe en Jesús, es campeona en muertes. En el origen de esta historia de horror, está, es cierto, la desigualdad social, pero es también la ambición, la falta de valores, la que provoca que se formen cárteles de muerte y que los partidos políticos con el ejemplo del Presidente AMLO, dediquen su tiempo a la división y al odio. El origen está en el corazón del ser humano, en esa interacción de nuestro gen de origen y el entorno que nos rodea, entre la raza y el medio. Genes malos que se combinan con ecosistemas de impunidad de una sociedad mexicana que está harta pero que tampoco cambia su propia vida.
Saramago nos describe el Belén, la cuna donde nace Jesús, en toda su realidad y dibuja los padecimientos humanos, comunes a todas las épocas, proyectando las vivencias de un grupo de personajes al resto de la humanidad, en la constante lucha por anochecer y amanecer. Quizá este sea el evangelio que faltaba: una historia acerca de Jesús, contada por Jesús; cuando el Hijo de Dios es más ser humano de lo que cualquiera de nosotros podría haberse imaginado, pues el escritor portugués logra aterrizar a los personajes a un plano real, del siglo XXI, acercándonos mucho a Jesús, José y María. La esencia de la obra, tal vez, está en presentar a los hombres y mujeres desde su aspecto débil y mortal.
Este Evangelio “aterrizado” nos regresa a Belén, a la realidad de las mayorías pobres de América Latina, de países saqueados desde la colonia; de sociedades de grandes contrastes con concentración de la riqueza en pocas manos; de grupos discriminados por el color de la piel o las preferencias sexuales; de angustias por el desempleo; de enfermedades e inseguridad laboral; de asesinatos y extorsiones; de horas de traslado en camiones y orugas; de viviendas alquiladas; de vivir al día y no tener un peso en la bolsa.
Después de leer a Saramago, pienso que Belén es México, son sus suburbios colmados de gente, es el rostro de los 60 millones de mexicanos pobres: empleadas domésticas; jornaleros; indígenas; huérfanos esperando adopción, obreros sin escolaridad ni capacitación; niños y jóvenes que desertan de las escuelas públicas; de quienes, en fin, no tienen el futuro asegurado y son llamados frívolamente “nacos” o “prietos”, o que son “carne de cañón” para ser acarreados para mítines políticos y que entregan su ilusión al líder mesiánico que les prometen regalarles todo y que cada mes compra su voluntad con programas sociales.
Aún ateo, Saramago nos lleva a hacernos preguntas a los creyentes, pues para los cristianos, quizá el misterio de la encarnación de Jesucristo es el más difícil de entender, y el más retador ejemplo a seguir, pues la muerte es consecuencia de la vida con causa. ¿Por qué nace Jesús pobre? Es cierto que otras religiones tienen en la figura de sus profetas el paradigma de su religión, pues del estilo de vida y testimonio del Fundador se desprende el ejemplo. Pero el cristianismo predica a un hombre nacido pobre y muerto crucificado. Entonces, ¿cuál es la fuerza de un nacimiento pobre entre los pobres?
Es cierto que Jesucristo está en el corazón de todos, ricos y pobres. Pero solo se le reconoce nítidamente en el rostro del pobre; este es el misterio de la encarnación. No hay más. Allí y solo allí, donde todo hace falta; donde el frío es la cobija; donde se debe invadir la tierra para tener algo propio; donde se aprende a poner diablitos para tener un foco; desde la esquina donde nos mira tras el cristal de nuestros vehículos de lujo, es donde se encuentra a Belén. Al igual que en su tiempo, el nacimiento de Jesús pobre no es solamente el fundamento de nuestro catolicismo, sino el referente más radical de nuestra conversión, pues nos invita a nacer de nuevo, al nacimiento, como lo escribe Saramago.