Los expertos en arte escénico a las carpas les denominaban de arte menor, como para dar a entender que pertenecían al pueblo bajo, llano. Lo grande, en algún tiempo, era el “Esperanza Iris”, teatro de primera dirigido a la gran sociedad.

Para el pueblo llano estaba la Carpa México, en Paseo de la Reforma. Allí se presentaban artistas de todos los tamaños y gracia, uno de ellos, cómico por naturaleza, Jesús Martínez, apodado Palillo, hacía la crítica de los funcionarios públicos en turno, de tal y tan irónica manera que lo metían preso absurdamente hasta que logró que un juez le concediera un amparo. Con el resolutivo judicial en su bolsa jugaba con todas las ironías de la época.

En esa carpa aparecieron por primera ocasión, en el ayer ahora muy lejano: Celio González, Pérez Prado y otras orquestas cubanas que venían de Matanzas. Compay II, todavía no; era casi un niño.

Ese escenario durante mucho tiempo fue casi inamovible. Otras carpas, en cambio, peregrinaban por las principales poblaciones. Una se denominaba Tayita. Contaba con artistas de base; pero en pueblos y grandes ciudades incorporaba artistas lugareños. En León sumaba a María Eugenia Alatorre, a las muchachas Medel, que rápidamente se lucían. ¿Su pago? El aplauso de los familiares. 

Ese no es ayer, dirá quien postule que se trata del antier. En efecto el tiempo, ese amigo y enemigo a la vez está por cubrir con su manto las carpas conocidas como de los  “enanitos” . Se instalaba en barrios o colonias, generalmente de bajos recursos: Coecillo, Bella Vista, San Pedro, Barrio Arriba. 

Carpa grandota,con parches por todos lados por el uso. Bancas ya muy paseadas; pero los artistas, generalmente cortos de estatura en plena acción. Y la chiquillería pobretona tirada en el suelo para asomarse a ver… ¡y disfrutar!

A la ola giratoria los que le daban vueltas tenían pago al dejarlos colgarse de donde podían.

Todo eso trajo una especie de cultura artística. En el Coecillo, a iniciativa de Fray Daniel Mireles, franciscano con olor a santidad, se construyó el Teatro Fray Pedro de Gante. 

Fue una obra de años y años. Tesonero esfuerzo y entrega ilimitada.El seguidor del Pobrecillo de Asís, convocaba para acarrear arena, llevar ladrillos de un sitio a otro hasta que la obra concluyó.

En ese foro se han presentado grandes y modestas obras, así como conciertos y homenajes a personalidades destacadas de esta ciudad.

De quienes impulsaron el teatro en El Fray Pedro de Gante, vale la pena anotar a Luz Duarte, libretista, acumulador y seleccionador de las obras. Chayo Rocha. Director.

Las aportaciones nunca faltaron . En el Coecillo vivía un artista de la pintura y los escenarios: Don Jesús Martínez. Generoso, desprendido.  

Lo mismo preparaba fondos que modificaba telones; no únicamente en el teatro, igual su desprendimiento para la Semana Santa. Don Jesús, que vivió por la calle Acapulco tuvo en grande esa virtud que se llama generosidad.

Alguna persona de poco apreciar, podrá decir que en el Fray Pedro no se han presentado obras como “El Mártir  del Calvario” que se escenificó en El Doblado, con Enrique Rambal. Ese género mayor no se ha dado; pero nadie dice que ese teatro coecillense esté paralizado.

Como recordar es vivir, algún día nos referiremos a la historia de los circos.

 

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