Conocí a Claudia en la UNAM como una brillante estudiante, en mi alma mater. Acababan de pasar los años del CEU con Imaz, Santos, Batres, la “Pita”, Ordorika, donde ella era muy activa. El CEU fue un movimiento universitario de masas, el más importante después de 1968 en México, que al final triunfó al echar abajo el llamado “Plan Carpizo”, -que el Rector buscaba llevar a cabo para hacer reformas descritas en el documento “Fortalezas y debilidades”-, tras un amplio diálogo abierto y público, manifestaciones callejeras y la huelga de 1987. Las reformas se llevaron a cabo con la celebración del Congreso Universitario de 1990 y que muchos vivimos como alumnos.

Claudia es Física que emigró a nuestra DEPFI al área de energía (yo trabajaba entonces en la CFE e ingresaba al posgrado) y como muchos, buscábamos formarnos para construir un México para las mayorías. Eran los años en que construíamos “estufas lorena” en comunidades rurales; que constituíamos cooperativas como modelo alternativo al mercado voraz; que soñábamos con otro mundo posible donde todo fuera “verde”. En aquellos años, las tecnologías apropiadas, las energías renovables, la construcción sustentable eran nuestra utopía para formas eco aldeas autosuficientes basados en las ideas de Schumacher: “lo pequeño es hermoso”.

Como muchos contemporáneos que ingresaron a la vida política, al trabajo “de base” en comunidades pobres, o incluso a los movimientos armados, ella seguramente vio al iniciar los noventa, que tocaba ingresar a la militancia partidista y así inició su carrera, sin dejar (como muchos académicos de izquierda y de derecha), maniobrar para mantenerse con plaza de académica y brincar a posiciones de la política e incluso regresar cuando se acababa temporalmente la chamba.

Colaboró a la creación de MORENA y forma parte hoy de la “izquierda histórica” que integra a quienes migraron del PRD que a su vez tuvo la trayectoria de partidos socialistas. Con todo el poder en las manos, ya como Jefa de Gobierno y pasando antes por puestos importantes, está en la antesala de ser la primera Presidenta que tenga México. Su partido tiene preferencias electorales que difícilmente alguien alcanzará (45% a 55%). Son décadas de la irrupción de las mujeres. Es la elegida por el “dedazo” de AMLO. Además, la oposición decidirá muy tarde su coalición y a su candidata (los “cartuchos quemados” varones que plantea no son competitivos). Digamos, que, a Claudia, los astros se le alinean hoy para el mañana.

Pero ya forma parte del poder y de la 4T, el movimiento que aglutinó a la izquierda histórica, pero también a los tránsfugas del PRI para mantener ese gen corporativo y maloliente. Tendrá como contendiente figurativo a Marcelo, pues toda la estructura del gobierno federal y de MORENA, están con ella. Ha tratado de mimetizarse a AMLO e incluso copiar su discurso en las plazas públicas, pero nomás no le queda. Ella es física y no se le da. Pero aún, así, llegará a dónde quiere llegar.

Su partido decidió seguir en esa moda que antes la izquierda criticó y ahora practica: la violación de la ley electoral para hacer actos anticipados de campaña a través de todas las formas posibles: bardas, espectaculares, revistas, entrevistas, redes sociales y cuanta actividad pueda darse con esos fondos obscuros que tiene el partido en el poder y que el INE no puede detectar, pues todo se hace con la filosofía del “cash”. Así, que, recorriendo el País, apostará a tener algo del carisma y fuerza que tiene AMLO en el pueblo y por ello, éste, sigue mostrando a diario que es ella la ungida, la seleccionada, la preferida.

Sí, “Es Claudia”, no hay duda. Ella tendría que calcular que, si se aleja mesurada, -como lo hizo al inicio de su mandato en la Ciudad de México-, de los discursos de odio y división que tiene AMLO, atraerá, además del “voto duro” de MORENA (tiene ya perdido un tercio de los votantes del 2018 al ya no estar AMLO), a las clases medias moderadas que podrían ver en ella a una persona bien preparada, que proviene de los espacios universitarios con una perspectiva ecológica que AMLO desdeña. No tendrá el colmillo ni el gen priista de AMLO, pero si se desmarca y marca su estilo moderado y de concordia, ante la inminencia de su triunfo, podrá ser una buena primera Presidente de este dividido País. 

 

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