El golpe fue contundente, brutal, inobjetable. Y el mensaje todavía más: si Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones de 2018 de manera tan rotunda, aplastando tanto al PRI de José Antonio Meade como a la ya en ese momento burda alianza entre el PAN y el PRD -y Movimiento Ciudadano- que postuló a Ricardo Anaya, se debió, en primera instancia, al inmenso desastre que representaron los gobiernos sucesivos de estos partidos; en segundo lugar, a la larguísima campaña que lo había llevado a recorrer el país de lado a lado durante más de una década; y, en tercera, a centrar su discurso en los desfavorecidos, esa gran mayoría de mexicanos abandonados a su suerte en los estertores neoliberales que habían dominado la política mexicana desde los años noventa. A la distancia, la suma de estos tres elementos parecía imbatible: era hora de un gobierno que intentase algo distinto.

A cinco años de distancia, AMLO ha traicionado buena parte de sus promesas de campaña dirigidas a transformar al país: en vez de devolver al Ejército a sus cuarteles, ha emprendido la militarización más drástica de los últimos tiempos; en vez de poner en marcha procesos de justicia transicional y de reformar el sistema de justicia, se ha empeñado en ampliar la prisión preventiva oficiosa y se ha olvidado de instaurar un auténtico Estado de derecho; se ha negado a cualquier reforma fiscal que toque a los más ricos; en vez de aumentar la capacidad de acción del Estado lo ha desmantelado con una política de austeridad neoliberal; y, en fin, se ha enfrentado a cualquier organismo autónomo, organización social o individuo que se haya atrevido a frenar o cuestionar su deriva, acentuando su perfil autoritario.

Y, aun así, su popularidad continúa siendo altísima; su partido, Morena, ha conquistado la mayor parte de los gobiernos estatales –y se apresta a obtener uno o dos más- y domina por completo la comunicación y la vida pública del país. Con un discurso cada vez más radical -conmigo o contra mí-, al mismo tiempo ha polarizado por completo a la sociedad, quebrándola en dos miradas antagónicas a las que les será cada vez más difícil dialogar. Paradójicamente, gobierna contradiciendo todo aquello por lo que ganó, pero conserva la iniciativa y la retórica que lo condujeron al poder, dejando a los partidos que hoy conforman la oposición aún más pasmados que en 2018.

En cinco años, el PAN, el PRI y el PRD -solo Movimiento Ciudadano ha optado por una estrategia distinta- no parecen haber aprendido ni una de las lecciones de la elección previa. En primer lugar, ninguno de los dos principales partidos que conforman la Alianza ha sido capaz de reconocer sus errores del pasado o de expiar sus culpas: ni el PAN se ha distanciado de la guerra contra el narco de Calderón ni el PRI ha tomado una posición ante la corrupción generalizada del gobierno de Peña; por el contrario, de forma esquizofrénica se han dedicado a criticar la militarización de AMLO o sus ataques al INE sin asumir lo que ellos mismos hicieron en su momento.

En segundo lugar, no cuentan con ningún candidato ya no digamos carismático, sino que se haya atrevido a tomar una posición o un perfil propios, a articular una narrativa fresca o a asumir el descontento de grandes sectores de la población; todas sus figuras son, o bien desconocidas por la mayoría -un puñado de gobernadores y viejos cuadros-, o bien figuras reactivas que, desde puestos legislativos, no hacen otra cosa más que vociferar rabiosamente contra el Presidente. Casi parecería que no esperan otra cosa que una defección de las filas de Morena para resultar de veras competitivos. Y, en fin, se mantienen sordos a las necesidades de los más pobres: ello no quiere decir que con López Obrador hayan mejorado mucho sus condiciones, sino que al menos se sienten representados frente al resto de partidos que simplemente no los ven.

En estas condiciones, y pese a los incontables yerros, dislates y traiciones a la agenda progresista de AMLO -y a menos que ocurra una drástica sorpresa-, la Alianza opositora se desbarrancará en 2024.

@jvolpi

 

Archivo AM

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