Comienza el año de manera ajetreada. Los políticos mexicanos se pusieron nerviosos y decidieron rápido pasar a la actividad, unos desesperados intentando imponer a su candidata, y otros proclamando a los cuatro vientos su unión. El futuro está por alcanzarnos a todos, la hora de la verdad se acerca y conviene poner los puntos sobre las íes, para no acabar engañados por nuestra insigne clase política.

Hacia el 2024 la Cuatro Te promete continuar con su cauda de programas y acciones suicidas para terminar con los despojos de Gobierno federal que aún subsisten. Su plan es la construcción de una utopía ideológica totalmente locuaz, de un México feliz, sostenido por las dádivas gubernamentales para los pobres, en tanto nuestro barco se hunde, porque así no funciona la economía del siglo XXI.

En la otra esquina se anuncia el pacto oposicionista (Va por México) de reconciliación entre sus tres fuerzas electorales, cuya imagen provoca desánimo.

Identificar a los tres líderes, uno emocionado de que le presten el micrófono, otro sonriendo de ladito y el tercero con cara de enfado, no anticipa buenas expectativas. El llamado PRIAN es un acertijo inescrutable. Plagado de intereses

inconfesables, que han sembrado discordias y mala fama en casi toda su clase política. Muy pocos se salvan.

Bajo tan desalentadora perspectiva, si seguimos así, frente a frente quedarán las efigies del Peje y Peña, como próximos destinos a elegir en México. ¿Cuál prefieren? Refrendar el desgobierno o revivir los negocios sucios y los moches, o ambos, revueltos entre unos y otros, como las únicas opciones al voto libre de los ciudadanos.

Sin embargo en la alianza opositora hay una tenue esperanza todavía. Se trata de Unidos, una coalición de organizaciones civiles dispuestas a participar y romper el círculo vicioso que ha consistido en designar candidatos impresentables en todas las opciones, para que el ciudadano no tenga motivos para votar (abstencionismo), y si vota, de todas maneras, el que resulte ganador será una pifia, y finalmente todo se decida por la compra de votos y las tranzas. Todo mundo jodido, menos ellos.

Organizaciones como Poder Ciudadano, Sociedad Civil México, Sí por México, Unidos por México y Causa Común, pugnan por imponer un freno a las oligarquías partidarias que tan nefastas han sido para nuestro país. Intentan establecer un filtro ciudadano que logre disciplinar las ambiciones de personajes que han poblado de deshonra el páramo nacional, para abrir cauce a nuevos prospectos, responsables, comprometidos con la vida democrática y decididos a participar por la alianza opositora y a ganar contiendas electorales limpiamente y sin trampas.

La fórmula: la movilización de las clases medias, preocupadas por su destino y decididas a librar una batalla crucial para restablecer instituciones, e impedir abusos y corrupción de las diversas redes políticas que venían actuando hasta antes de 2018.

Parece complicado, pero esta sinergia cívica fue la impulsora de la victoriosa marcha en defensa del INE, dentro del cual, los políticos tradicionales fueron neutralizados y desbordados por el llamado de las organizaciones civiles. Partidos políticos chiquitos frente a agrupamientos civiles potentes, activos y sin complejos.

No suena mal, menos si es posible replicar el modelo a niveles estatales, Poder Ciudadano ya lo intenta en Coahuila, pero también municipales. La problemática citadina, especialmente los problemas de las ciudades mexicanas, crisol de las clases medias, es el espacio propicio de actuación de estas nacientes formaciones, con capacidad para impactar en la vida política. Su primera exigencia: no a la corrupción. Veremos qué sucede, la moneda está en el aire.

 

CA

 

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