Habrán observado, avispados lectores, que el Presidente López se mostró muy solícito y acomodaticio ante la petición de un abogado que dice representar a Joaquín Guzmán “El Chapo” de que lo saquen de la prisión de máxima seguridad en la que purga una sentencia de cadena perpetua en Colorado para traerlo a México.
No hay siquiera la seguridad de que Guzmán haya hecho la solicitud directamente, ya que la petición la hace un abogado mexicano (que NO lo representó en el juicio), señalando que está siendo tratado muy mal, que su celda es muy pequeña, que la comida es muy mala, que lo sacan al patio muy poquito y que se pasa largos días sin ver el sol.
Obvio que el Sr. Guzmán está en una prisión, no en un spa, de manera que no sorprenden sus quejas, pero sí que reciba tanta consideración por parte del Presidente, quien -como recordarán- bajó de su coche para saludar a la mamá de “El Chapo” en una gira en Sinaloa cerca de Badiraguato. Y en 2019, en el llamado “culiacanazo”, ordenó que soltaran a Ovidio Guzmán, hijo de “El Chapo”, a quien habían detenido a petición de Estados Unidos y quien tiene un proceso pendiente allá.
En este suceso más reciente relacionado con los Guzmán del cártel de Sinaloa, el Presidente solicitó al Canciller que “por razones de derechos humanos” indagara si es posible traerlo a México como lo solicita. Obviamente, un delincuente de ALTA PELIGROSIDAD, que se ha escapado de PRISIÓN en DOS ocasiones, es uno que merece -por parte de las autoridades carcelarias norteamericanas- un cuidado muy especial, asegurando que no haya para él escapatoria y que cumpla su condena.
En el sistema jurídico norteamericano, y en general en todo el Primer Mundo, la figura del ESCARMIENTO es un muy poderoso inhibidor de la conducta antisocial. En la lucha de Estados Unidos para desarticular los CÁRTELES mexicanos y su trasiego de estupefacientes hacia su país, dejar ir al Sr. Guzmán Loera para que se acomode a su gusto en México luce sumamente difícil: raya en lo imposible que lo dejen salir de prisión para venir a nuestro País a una cárcel con mayores privilegios y un mejor trato.
Por ello llama la atención que el Presidente López se muestre TAN DISPUESTO a consentir la petición del ex líder del cártel de Sinaloa. ¡Ni a las madres de los niños con CÁNCER, a quienes no les surtían las medicinas oncológicas para sus hijos, les mostró tanta complacencia! Da la impresión de que al señor López le interesa salvaguardar más los derechos de los capos que los de sus víctimas o los de ciudadanos marginados por abusos de autoridad.
Por supuesto que los abogados y la familia de “El Chapo” están en todo su derecho de procurarle el mejor trato que se pueda. El tema, para nosotros, es la actitud presidencial hacia los responsables del clima de inseguridad y violencia en grandes zonas del País. Es decir, que a los “malitos” les quiera dar ABRAZOS, pero a los críticos o a sus “adversarios” en ocasiones pareciera querer reservarles los balazos que no quiere emplear para aplacar a los delincuentes.
¿Acaso será éste un tema de apoyo electoral? Es decir, no quiere abrir un frente contra los dueños, por ejemplo, de los Estados del Pacífico para en cambio recibir su apoyo electoral. ¿O será que abriga, si no miedo, cuando menos precaución para que los “malitos” no le echen a perder sus giras de proselitismo? ¿O estará tratando de “compensar” por la detención de “El Ratón”, hijo de “El Chapo”?
Algún día se sabrá toda la verdad, pero mientras habrá que lamentar que a nuestro Presidente le preocupen más los derechos de los delincuentes que los DERECHOS de sus CIUDADANOS, quienes -precisamente- en numerosas ciudades de México sufren terror y zozobra por la violencia que desatan los capos del narcotráfico a quienes tanta consideración muestra.
Ello, sin extender esa compasión a las víctimas, a las familias de los asaltados, secuestrados, extorsionados, o de quienes han perdido la vida como inocentes víctimas de “fuego cruzado”. Como que el Presidente trae sus prioridades alrevesadas.