La historia me absolverá declaró Fidel Castro en 1953 durante el juicio iniciado en su contra por el asalto al cuartel de Moncada. Este execrable tirano impidió con las manos ensangrentadas el surgimiento de la democracia cubana y aplastó el menor germen de desarrollo social y económico, porque mandó asesinar, perseguir, desaparecer, mutilar y torturar y fusilar, después de juicios sumarísimos sin posibilidades de defensa, a quien se negara a aceptar la adopción de la dictadura, la más larga en la historia política del mundo.
López Obrador, un fervoroso admirador de tiranos como el propio Fidel, y Díaz Canel, una patética marioneta operada por Raúl Castro, habrá disfrutado la voluminosa catarata de protestas aparecidas en las redes sociales a raíz de la imposición del Águila Azteca, la máxima condecoración mexicana, al nuevo gerifalte caribeño que ha visitado repetidas veces a nuestro país y, en una de ellas, como invitado de honor a nuestras fiestas de independencia.
Para imponerle dicha orden a otro extranjero, se debería requerir la aprobación del senado y con mayoría calificada. El honor mexicano no puede depender de la voluntad de un solo individuo que, en el presente caso, ha decidido dar marcha atrás a las manecillas de la historia patria. ¿Cuál bloqueo si Cuba comercia con medio mundo, incluido EU en algunos rubros?
López Obrador goza con la irritación social. Para él es un deleite exasperar a la nación, cuando las redes se llenan de improperios respecto a su alta investidura. Díaz Canel, ha encarcelado por cuestiones políticas, según Prisoners Defenders, a 11,000 no civiles, entre ellos a 32 menores de edad, con cargos, según el Código Penal de carácter “predelictivos”. ¿What?
Este nuevo primate cubano, ordenó detener a centenes de jóvenes porque marchaban en las calles entonando “Patria y Vida”, un canto a la libertad, cuya letra, en algunos párrafos reza así: “Somos humanos aunque no pensemos iguales /No nos dañemos como animales /Llora mi pueblo y siento yo su voz /Entre tú y yo hay un abismo /Mientras las madres lloran por sus hijos que se fueron /Somos artistas /Somos la dignidad de un pueblo pisoteada a punta de pistola /Mi pueblo pide libertad, no más doctrinas /Ya no gritemos ‘patria o muerte’, sino patria y vida”.
Si a Díaz Canel no le gustan las canciones, pongámosle música a la siguiente letra redactada por una cubana que habita en la cárcel más grande del mundo: Cuba.
Nací en Cuba, pero un extranjero tiene aquí más derechos que yo/ Soy libre, pero no puedo hablar lo que pienso ni decir lo que sueño. /Vivo en una “democracia”, pero en mi vida sólo he visto un partido, un solo punto de vista, un solo gobernante. /Puedo votar en elecciones, pero solamente se presenta un candidato. /Mi educación es “gratis”, pero no puedo escoger lo que voy a estudiar. /Tengo un título universitario, pero trabajo en un muladar. /Mi mamá me decía que en los gobiernos de antes, cuando no había que comer, se comía harina… ¿qué cosa es harina? /Mi cuidado médico es gratis, pero en el dispensario no hay medicinas y el médico que nos toca en el barrio está muy ocupado manejando un taxi y la enfermera es jinetera y, como está despierta toda la noche, no se le puede molestar por el día. /Tengo un televisor, pero hay solo dos canales de televisión y la misma cara en los dos. /Tengo un ventilador, pero no hay corriente eléctrica. /Me gusta bañarme, pero no hay agua en mi barrio hace tres años. /Cuando tengo cepillo para los dientes no hay pasta. Cuando tengo pasta no tengo cepillo. /Tengo un lápiz, pero no tengo papel. /Cuando tengo lápiz y papel me recuerdo que no se puede escribir lo que se piensa. /Te venden un paraíso, para luego vivir en el infierno”.
Hasta siempre, Miguelito, cuida al buen Raulito.
Mientras todo esto acontece, López Obrador galardona a un tirano y todavía declara que el “gobierno” cubano debe ser un ejemplo para México. No, ciudadano presidente: la historia tampoco lo absolverá. La 4T irá a dar al bote de la basura junto con su imagen histórica. Si algo hemos recordado de su deplorable mandato es lo que no debemos hacer por ninguna razón, causa o motivo.