Es curioso cómo los líderes y políticos que alaban y premian a las dictaduras no viven en ellas, no fueron detenidos y torturados en sus cárceles, y pueden entrar y salir sin problema de sus países. Ese es el caso del presidente de México y de la vicepresidenta de Colombia respecto a Cuba.

En su reciente visita a Campeche, el dictador cubano Miguel Díaz-Canel recibió la condecoración de la Orden Mexicana del Águila Azteca – el máximo reconocimiento a un extranjero – y un apretado abrazo del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. Las fotos del evento los muestra descansando sus caras cariñosamente en el hombro del otro, y muy sonrientes en sus guayaberas blancas. López Obrador estaba contento — y se notaba. “Usted, presidente Miguel Díaz-Canel, es para el gobierno que represento, para el gobierno de México, un huésped distinguido, admirado y fraterno”, dijo el mandatario mexicano en su recibimiento.

Ese “huésped distinguido” que tanto admira el presidente mexicano es un brutal dictador, impuesto sin elecciones libres y multipartidistas, responsable de violaciones a los derechos humanos y detenciones arbitrarias en Cuba. El reporte de Amnistía Internacional sobre Cuba del 2021/2022 denuncia “represión de la disidencia”, “centenares de personas” encarceladas por protestar “contra la situación económica, la escasez de medicamentos, la respuesta del gobierno a la COVID-19 y las duras restricciones a los derechos a la libertad de expresión y de reunión pacífica,” “presos de conciencia” y hasta falsas acusaciones de “atentado” contra Maykel Castillo Pérez, uno de los autores de la canción “Patria y Vida”.

López Obrador jamás se permitiría llamarle dictador a Díaz-Canel. ¿Por qué? le pregunté en una entrevista en el 2017. “No quiero que se metan después en las decisiones que solo le corresponden a los mexicanos”, me contestó con cuidado. Claramente no quería asustar a posibles votantes de la elección el año siguiente. Pero ya como presidente, AMLO se destapó como un abierto defensor de la dictadura cubana y ahora ambos países colaboran en varios proyectos, incluyendo el envío de más de 500 médicos cubanos a México.

Por su parte, la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, en una visita oficial a Cuba dijo que los médicos cubanos eran “los mejores del mundo”. Luego, al hablar sobre el sistema de salud en la isla, añadió: “Es parte de lo que queremos hacer en Colombia…es parte de la experiencia y del camino que necesitamos en Colombia”.

Podemos tener un saludable debate sobre si los doctores cubanos son los mejores del mundo, pero existen muchas dudas sobre la eficiencia del sistema médico cubano. “Los problemas con la salud son terribles en este momento” en Cuba, me dijo el cantautor Pedro Luis Ferrer en una reciente entrevista. Ferrer, quien ha pasado la mayor parte de su vida en la isla, continuó: “No creo que sea un sistema de salud que, por lo menos en este momento, esté funcionando.” Por supuesto que Ferrer no es un experto en este tema, pero esa es la experiencia que ha tenido él, su familia y muchos más en Cuba, empezando por la constante falta de medicinas.

Por lo tanto, es muy aventurado y temerario proponer que Colombia se parezca a Cuba en cuestiones de salud. Y en tantas otras cosas, desde la educación y la libertad de prensa hasta la democracia. Lo obvio: el presidente colombiano Gustavo Petro y Márquez fueron elegidos democráticamente y en elecciones multipartidistas por la mayoría de los votantes en su país; Díaz-Canel no. El periodismo colombiano es un referente en América Latina por su energía y profesionalismo; en Cuba hay una constante censura de prensa y ni siquiera se puede cantar una canción como “Patria y Vida” en público o en la radio.

En fin, que ni Colombia ni México deberían nunca parecerse a Cuba. De hecho, el objetivo debe ser alejarse lo más posible de ese régimen dictatorial que comenzó hace 64 años con Fidel Castro. Pero ni López Obrador ni Márquez parecen entenderlo. Están apoyando el lado oscuro y equivocado de la historia.

Su discurso antiimperialista y contra el embargo estadounidense resuena en ciertos sectores de la izquierda en México y Colombia. Pero en este 2023 es imposible justificar y ocultar los asesinatos, las torturas, las frecuentes violaciones a los derechos humanos y la total ausencia de un sistema democrático multipartidista en Cuba. No se trata, únicamente, de defender la soberanía cubana. El respeto y la protección de los derechos humanos siempre va por encima de cualquier noción de soberanía. (Si no fuera así, nadie podría criticar los abusos cometidos en otro país).

Si las cosas estuvieran tan bien en Cuba no tendríamos a tantos cubanos tratando de huir de la isla. En los cayos de la Florida hay muchos restos de balsas y de precarias embarcaciones como evidencia de esas valientes y peligrosas huidas. Pero la mayoría entra por tierra a Estados Unidos, luego de un complicado y costoso recorrido a través de Nicaragua.

Más de 224 mil cubanos entraron ilegalmente a Estados Unidos en el último año fiscal. Eso es un récord y, como lo apuntó el diario El País, se trata del 2 por ciento de la población de toda la isla.

Ese régimen – del que tantos se quieren ir, donde la represión y la falta de democracia son la norma – es el que celebran López Obrador y Francia Márquez. Qué se vayan a vivir a Cuba, leo entre bromas y no tanto en las redes sociales. ¿Acaso ellos no ven lo que todos vemos? Lo humano – lo razonable – es que el presidente mexicano y la vicepresidenta colombiana pidieran para los cubanos los mismos derechos y libertades que ellos tienen. Pero no se aventuran a hacerlo.

Sus vicios ideológicos son más fuertes. Ambos tenían que escoger entre los tiranos (Fidel, Raúl Castro y Díaz-Canel) o las víctimas de su dictadura. Y, tristemente, se pusieron del lado de los torturadores.

¿Corren un riesgo autoritario México y Colombia? Ninguna de las dos naciones es como Cuba, Nicaragua o Venezuela. Sus procesos políticos son distintos y en ambos países existe una vibrante y democrática sociedad civil que nunca va a permitir un giro dictatorial. Pero no podemos olvidar que, hasta hace poco, los nicaragüenses y los venezolanos escogían legítimamente a sus presidentes. Ya no. Las democracias son frágiles, se rompen desde dentro y nunca se pueden garantizar. Por eso hay que estar alerta y denunciar cuando surgen tentaciones autoritarias o amistades peligrosas.

Abrazar al dictador es ser su cómplice. Y darle un premio es una vergüenza. Cuba no es ejemplo para nadie. México y Colombia se merecen un mejor destino.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *