En el nuevo departamento, ubicado al fondo del Jardín de la Emperatriz en Palacio Nacional, el presidente de la República cavila. Está tenso y preocupado. Supeditados a un poder autocrático, sus seguidores y miembros de su partido, esperan la decisión que tomará ante sí, para designar a su sucesor en el trono. No existe, hasta ahora, ninguna externalidad que impida que se lleve a cabo su voluntad.
Según parece, la nominación recaerá sobre la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, la cual se encuentra en una desenfrenada campaña proselitista para evidenciar su fuerza política. No ha dudado en distribuir costales de maíz entre campesinos calificados como miserables, que en Huimilpan, Qro. son convocados a su mitin. El tufo de los años setenta del siglo pasado se percibe nítidamente. México va de reversa.
El presidente sueña con encumbrar a la “corcholata” (así ha denominado a sus precandidatos que él mismo descarta o apoya) que le garantiza incondicionalidad absoluta y la posibilidad de seguir mandando en el país. 
Una especie de Pascual Ortiz Rubio versión 2.0, del que se decía en tiempos de Plutarco Elías Calles: “Aquí vive el presidente, pero el que manda vive enfrente”, en alusión de la casa particular de Calles, situada en las inmediaciones del Bosque de Chapultepec, mientras el presidente habitaba el Castillo adaptado por Maximiliano como morada imperial.
Sin embargo, se detectan resistencias. Los accidentes en el Metro de la Ciudad de México y las fallas continuas, así como la baja en las encuestas de la corcholata favorita, hacen que el aspirante a dictador transexenal dude y se incomode. Pero se autoafirma en que la candidata oficial deberá ser la que él mismo ha destapado y lanzado a la jaula de los leones. López mira la luz cenital que se desparrama sobre el Valle de Anáhuac, en tanto intenta tranquilizarse por la imposición que ha determinado. 
En Guanajuato Diego cavila. Nervioso y turbado, desea que su decisión para lanzar un candidato oficial sea la acertada. Recuerda como su antecesor lo ubicó como delfín e impidió cualquier tipo de rebelión. Pero ahora los planes parecen fallar. Varias corcholatas han sido lanzadas al ruedo sin éxito. Habiendo quedado la estrategia en manos de su círculo de confianza, una pequeña camarilla conformada por personajes de pocas luces y ceñidos a negocios desde el poder, extravían el rumbo a cada paso que dan. Por impericia el gallinero se le ha alborotado.
Y es que su miopía sobre la cosa pública, le impide detectar, que el solo nombramiento de un “candidato oficial”, se convierte en beso del diablo para quien elija como heredero. El haber enviado a emocionados y festivos burócratas estatales a hacer campaña al Comité Municipal del PAN en León, resultó un error difícil de solventar. Inspirado por su consejero áulico, se equivoca a cada paso, olvidando aquella máxima de la política que dice: “Solo se comete un error, los demás son consecuencia del primero”. Y ya se equivocó.
¿Es Diego un autócrata? Eso pensamos. Impera sobre el Legislativo y su influencia en el Judicial es mayor a la del presidente de la República respecto a la Suprema Corte de Justicia. Acá no existe un equivalente a la magistrada Piña.
Hagamos un corte y saquemos conclusiones. El ámbito federal padece el gobierno de un sátrapa y la república y la democracia están en pleno retroceso y bajo acoso. Pero en nuestro estado la política no vive tiempos de democracia y libertad. Las organizaciones ciudadanas son desoídas y ninguneadas, los organismos empresariales están a la deriva y no se han ganado el respeto. La nueva generación de empresarios aspira solo a convertirse en nuevos “gallos”, para realizar negocios al amparo del poder. Vil economía de compadres que barrunta en corrupción galopante. 
Recomendación de viejo: los que quieran ser candidatos del PAN, que se fabriquen sus propias alas y busquen a la ciudadanía, sin admitir impresentables en sus equipos ni espaldarazos gobiernícolas. Que vuelen tan alto como les permitan sus virtudes y talentos. Mientras, Andrés y Diego cavilan, sumidos en sus sueños repletos de sombras y miedos, rodeados de incondicionales.

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