Cuando López Obrador tomó posesión del cargo prestó la siguiente protesta ante el Congreso de la Unión:

“Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión, y si así no lo hiciere, que la Nación me lo demande.” 

Pues bien, AMLO no ha guardado ni ha hecho guardar la Constitución ni las leyes, ni ha desempeñado leal y patrióticamente el cargo, ni ha visto por el bien y prosperidad de la Unión, salvo que por el bien de la Unión se entienda el fallecimiento, durante la pandemia, de 750,000 compatriotas o muchos más, víctimas de la indolencia, de la incapacidad o de la crueldad, ya que el presidente redujo el presupuesto federal de salud en el momento en que México se enlutaba dolorosamente. ¿Ver por el bien de la nación es comprobar el catastrófico desplome de la economía, o permitir la quiebra de decenas de miles de pequeñas o medianas empresas, o el brutal incremento de 5 millones de pobres por la despiadada conveniencia electoral, o lo es el pavoroso deterioro de los servicios de salud, o la carencia de medicamentos, o la crítica expansión de la informalidad que ya alcanza el 60% de las fuerzas laborales, o el daño a los sistemas educativos y de seguridad, o la polarización social, o la incertidumbre jurídica que ahuyenta a los capitales, o el terrible deterioro de la marca México, o el siniestro avance del narcotráfico que ya controla un 60% del país y que determina las elecciones en algunas entidades?

¿Ver por el bien de la Unión es asistir al salvaje desperdicio de los ahorros públicos en obras multibillonarias que han nacido o nacerán quebradas, como la irracional cancelación del NAIM y la construcción del aeropuerto Felipe Ángeles, piltrafas aéreas que han costado más de 430 mil millones de pesos, en un México en donde el 40% de las escuelas públicas de primaria carecen de servicios sanitarios, más el tren maya condenado a muerte sin los subsidios del gobierno, sin olvidar la vandálica devastación ecológica? ¿O bien, lo son las confrontaciones con nuestros socios T-MEC para frustrar alianzas estratégicas orientadas a la creación de energías limpias y baratas y a la generación de fuentes de riqueza de indiscutibles beneficios sociales? Mandar al diablo a nuestros organismos autónomos garantes de nuestra joven democracia, ¿si es ver por el bien de la nación?

Desempeñar patrióticamente el cargo, ¿significa cancelar las guarderías infantiles y las escuelas de tiempo completo para impedir la instrucción y alimentación de la niñez, mientras las madres aprovechaban la estancia de sus hijos en las escuelas para buscar sustento familiar?

A la voz del “INE no se toca”, el pasado 13 de noviembre la nación le demandó por primera vez a López Obrador que se abstuviera de atentar en contra de la voluntad política de la nación. Millones de mexicanos protestamos a lo largo del país para impedir el “descuartizamiento” del árbitro electoral. Ahora, de nueva cuenta, ante la reiterada violación de la palabra empeñada durante la toma de posesión, a la voz de “si así no lo hiciere que la Nación se lo demande”, el próximo 26 de febrero, la nación se lo volverá a demandar una vez más con justificada convicción patriótica. AMLO y su caterva de trogloditas constructores de una nueva tiranía, ignoraron la primera protesta popular en contra del demoledor “Plan B.” Conservadores, como AMLO, pretenden gobernar con ideas extraídas del bote de la basura de la historia. Quienes somos amantes de la democracia y defensores de las libertades, ¿en el futuro seremos presos políticos y AMLO nos intentará privar de nuestra nacionalidad o pretenderá expulsarnos de México, al estilo de otro dictador, como Daniel Ortega?

El próximo domingo 26 de febrero, todos debemos asistir al zócalo capitalino, o a cualquier plaza pública del país, en el entendido de que quien no asista y no convoque a terceros a los plantones, será cómplice de la devastación de la patria. Es la hora de México.

 

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