Ante la nueva realidad de la contienda política en una sociedad polarizada, la oposición a Morena y sus aliados, se vio comprometida a pactar una forzada alianza encabezada por un político impresentable del PRI y un opaco directivo del PAN, que no entusiasma a nadie. Hoy, las malas dirigencias han convertido a Acción Nacional en un revoltijo de funcionarios partidistas, burócratas de los gobiernos que detentan y una masa manipulable de supuestos ciudadanos, manejados por “padroneros” del partido. Desde la partidocracia que enseñorea el Comité Directivo Estatal del PAN, se moldea una cofradía tipo monjes cartujos con voto de silencio, que impide cualquier tipo de crítica a la institución. Solo silencio.

Porque los lectores deben considerar que la “Regula Monasteriorum” (Regla del Monasterio) impone severísimas conductas a sus miembros, inspiradas, quizás en la disciplina de organizaciones conventuales y la secrecía de organizaciones ocultas. Su intención es limitar el diálogo público y el derecho humano a la libre expresión de las ideas en pleno siglo XXI.

Y esto sucede ahora, cuando más requiere el PAN ser fortalecido, a través de la inmersión de los ciudadanos en el activismo político. Pero he aquí que la institución ha sido severamente dañada en su alicaído prestigio, por la condena, en un juicio penal en Estados Unidos, del policía y secretario de seguridad del último gobierno panista. El PAN ha quedado postrado en el momento más inoportuno, frente a las elecciones de Coahuila y Estado de México y la tempranera campaña a la presidencia de la República del año que entra. Lo engancharon al crimen organizado.

Y en tanto este desastre sucede, el partido necesita refuerzos ciudadanos, personajes convincentes sin cola que les pisen y poder persuasivo para convencer y seducir al electorado. El reto parece imposible de resolver cuando no se cuenta con políticos que puedan gestionar desde el interior de la institución partidaria, un cambio tan radical y desafiante. En Guanajuato su directiva fue designada para ser operadores políticos del gobernador y no como estrategas preocupados por el futuro de la organización política, avocados a actuar con audacia y velocidad. Desde allí lo único que se ansía es operar la extracción de recursos públicos para destinarlos a programas clientelares. No van más allá.

¿Cómo van a convencer a la ciudadanía a afiliarse a una organización que limita libertades en lugar de expandirlas? ¿Cómo llamar a personas comunes, desinteresadas en la política, mostrándose intolerantes y tiranos? ¿Cómo seducir al electorado persistiendo en políticas persecutorias y discriminatorias contra las mujeres y personas miembros de la diversidad sexual? Entiéndanlo, estamos en un cambio de época. ¿Así piensan atraer a la juventud? 

Frente a una elección trascendental para el país, como será la de 2024, el partido político debe de lavar la cara e intentar obtener “momentum”, que es esa fuerza que desata el carisma de un puñado de líderes imitables, a los que la ciudadanía escucha, reconoce y sigue. Sinceramente no se otea ese camino desde una hermandad inquisitorial, que persigue el control y silencio de sus militantes.

Llevar a cabo elecciones primarias, será el principio, pero sin ciudadanía involucrada en este proceso, sería solo simulación. Y sin elecciones primarias abiertas, el ejercicio resultará peor que la designación a dedo. Por eso es urgente enviar un mensaje prístino de contrición y cambio sincero. Eso pasa por la remoción de directivos y la acelerada oxigenación de la vida interna del partido en Guanajuato. Los actuales jerarcas ya están comprometidos con ciertas candidaturas, no pueden ser árbitros de nada. Solo removiéndolos podrá cimentarse un proceso equitativo y una invitación genuina a los ciudadanos, que están desesperados por defender a la joven democracia mexicana. Por eso, no solo basta manifestarse hoy, se requieren también cambios desde el poder ¡ya!

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