En momentos en que conmemoramos el primer aniversario de la invasión no provocada de Rusia a Ucrania, algunos de los principales países latinoamericanos, incluidos Argentina, Colombia, Brasil y México, están adoptando una posición vergonzosa con respecto a la guerra.

Aunque después de la invasión condenaron a Rusia en las Naciones Unidas, la mayoría de estos países se han negado a ayudar a Ucrania, y no se han unido a las sanciones internacionales contra Rusia. Es más, algunos de ellos ahora culpan a ambos lados del conflicto, como si Rusia y Ucrania compartieran la misma culpa por el derramamiento de sangre que ha dejado alrededor de 200.000 muertos y heridos.

Todo esto trae tristes recuerdos de la lamentable neutralidad de México, Brasil y Argentina durante gran parte de la Segunda Guerra Mundial, hasta que finalmente se pusieron del lado de las fuerzas anti-nazis justo antes del final del conflicto.

El ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, dijo en una conferencia de prensa el 15 de febrero que “llamamos a todos los líderes de la región de Latinoamérica y el Caribe a dejar de lado esa llamada neutralidad, y a ponerse del lado correcto de la historia”.

Kuleba no mencionó nombres, pero aparentemente se refería a países como México, Brasil, Colombia y Argentina, cuyos líderes populistas han hecho declaraciones contradictorias sobre la invasión.

Las dictaduras de izquierda de Cuba, Venezuela y Nicaragua apoyan abiertamente a Rusia. México, Brasil, Colombia y Argentina han propuesto, en diferentes variantes, un cese al fuego.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, propuso una tregua de al menos cinco años en los combates y la creación de una comisión de mediación de las Naciones Unidas compuesta, entre otros, por el Papa.

A principios de este mes, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, y el presidente de Colombia, Gustavo Petro, junto con un grupo de políticos europeos de izquierda, firmaron una declaración conjunta en la que pedían un “alto al fuego” seguido de negociaciones para poner fin a la guerra.

A primera vista, eso suena como una buena propuesta. Pero, en realidad, es un argumento engañoso que en los hechos ayuda al dictador ruso Vladímir Putin.

Cuando le pregunté al embajador especial de Ucrania para América Latina, Ruslan Spirin, sobre este pedido de un “alto al fuego”, lo describió como una propuesta totalmente injusta hacia Ucrania.

“Imaginate que un vecino irrumpe en tu departamento, viola a tu esposa, mata a tus hijos, ocupa una habitación y se niega a irse de allí. ¿Aceptarías un alto el fuego que permita que las cosas sigan cómo están?”, me preguntó Spirin. “Por supuesto que no.”

Un alto el fuego con tropas rusas ocupando partes de Ucrania no solo sería injusto, sino que no garantizaría que Rusia no intente apoderarse de otra parte de Ucrania dentro de tres años, me dijo Spirin.

“En este momento, la única forma en que podríamos llegar a un acuerdo de paz negociado es cuando el último soldado ruso abandone el territorio de Ucrania”, me dijo Spirin.

No me sorprendería que esta última afirmación sea una postura de Ucrania antes de empezar cualquier negociación, pero es una premisa correcta. Congelar la situación sobre el terreno tal como está -como proponen los presidentes latinoamericanos- recompensaría a los invasores rusos.

Además, es sumamente contradictorio que los presidentes de México, Brasil, Argentina y Colombia proclamen constantemente su adhesión a los principios de “no intervención”, y al mismo tiempo no apoyen activamente a un país víctima de una invasión militar.

¿Pedirían un alto el fuego si Estados Unidos invadiera un país latinoamericano, o pedirían el retiro inmediato de las tropas estadounidenses, como deberían hacerlo?

Para ser justos, Estados Unidos tiene su propia cantidad de demagogos populistas que adoptan posturas blandengues ante Rusia, como el expresidente Donald Trump, el gobernador de Florida Ron De Santis y otros aislacionistas del Partido Republicano. Los populismos de derecha e izquierda tienen mucho en común.

El primer aniversario de la invasión rusa debe servir de recordatorio del deber del mundo democrático de apoyar a Ucrania. Si los países se mantienen neutrales, ayudarán a sentar un precedente peligroso, y ningún país estará a salvo.

@oppenheimera

 

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