La convocatoria enorme que canaliza la legítima ola de protestas de las mujeres para el día 8 de marzo es una enorme expresión de la desigualdad y violencia contra ellas. Vivimos un sexenio con la realidad de la indolencia de gobierno y la sociedad sobre los feminicidios y que es coronado con el desdén que hizo el Presidente AMLO hace hacia las protestas de mujeres. Colectivos de mujeres convocaron a la movilización, y siempre, hay respuesta amplia no para festejar, sino para exigir igualdad y respeto.
El Presidente AMLO en su arte de ignorar el incremento de los feminicidios. Siempre distrayendo la atención sin atender el reclamo y reconocer que, como gobierno, debe él atender la problemática junto con la sociedad y las empresas. Son años con evidencias de la inconformidad social por las agresiones a las mujeres. No solo es un asunto de equidad de mujeres con hombres, sino el sub registro de los feminicidios y en general, la responsabilidad que tenemos como sociedad en la discriminación que hacemos a las mujeres y el incremento impresionante de la violencia en todas sus formas contra ellas.
El Día Internacional de la Mujer, conmemora la lucha de la mujer por su participación, en igualdad con el hombre, en todas las esferas de la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona. El día 8 de marzo es fiesta nacional para las mujeres en algunos países y fue institucionalizado por decisión de las Naciones Unidas en 1975, con el nombre de Día Internacional de la Mujer. En México, aunque no había tenido tanta difusión, podría ser recordado como el día de la gran marcha de las mujeres del 2020, cuando nos movieron a la sociedad a voltear a donde no habíamos querido voltear.
En todo el País, las mujeres mexicanas, el 52 % de la población, salen a las calles, por convocatoria enorme en redes sociales para protestar contra todas las formas de discriminación y violencia que tenemos contra ellas. Cada día es mayor la movilización que tiene registrada la historia de México en medio de una aceptación general para que valoremos que son la otra mitad de nuestra historia.
La realidad es que todavía, en la mayor parte de las esferas de la vida diaria, en México y en Guanajuato, seguimos siendo enormemente inequitativos con ellas. Los presídiums de eventos gubernamentales están formados por hombres. Los directores de escuela son mayoritariamente hombres; los principales empresarios también; los supervisores en la industria lo son. Los mejores sueldos y posiciones son de los hombres y los puestos de trabajo operativos se encargan a las mujeres con sueldos más bajos. La violencia, de acuerdo a estadísticas como las del Secretariado Nacional de Seguridad Pública, se concentra también en ellas donde el hombre ejerce fuerza y violencia traducida en feminicidios.
No se esperaba una movilización grande en León. Nuestra ciudad es poco dada a marchas, plantones o huelgas. Más bien, no las tenemos. Pero podría esperarse en este movimiento apartidista, una paulatina salida a las calles de miles de mujeres. La convocatoria, como se ha dicho muchas veces por parte de las organizaciones convocantes, no ha sido contra el gobierno de AMLO, incluso ni siquiera es en contra del varón, aunque el Presidente la ha descalificado y etiquetado como un “movimiento conservador de la derecha”; es completamente una expresión genuina de protesta.
Lo que estoy seguro, es que la marcha del 8 M es en favor de una nueva cultura y reglas de convivencia donde vivamos en igualdad de condiciones, mujeres y hombres. Sería de esperar que después de las marchas, tuviéramos mejores indicadores de respeto, equidad, oportunidades, para ellas. Que fuera una oportunidad privilegiada para que, en todas las esferas de la vida, logremos una sociedad equitativa entre mujeres y hombres. Eso sí, sería revolucionario para las mujeres grandes.