Para López Obrador el tiempo electoral es como un relámpago que tiene en su visión desde hace ya algunas décadas.
Él sabe bien que los casi 50 millones de votos a que puede arrimarse son posibles si entendemos que ha repartido recursos suficientes para hacerse querer y apapachar.
Cuando llegue el momento de contabilizar sufragios, la oposición de cualquier naturaleza no llegará ni siquiera al 30 por ciento en la cifra que el Peje ha de lograr.
Y es que la oposición, quiérase que no, está carente de unidad, pero además no cuenta con factores ideológicos que puedan enfrentarse contra las fichas de AMLO.
El que últimamente pretendió sacar las castañas del fuego fue Santiago Creel, quien se mostró dispuesto a ser un buen opositor con ideas, criterio y una buena oposición, pero aún con eso no podría alcanzar el mérito de llevar adelante a la disidencia.
En todos los partidos hay quienes levantan el dedo y la mano para convertirse en caudillos electorales; pero esos son abanderamientos que no tienen más que el sustento de sus siglas. El mismo PAN, hasta ahora, no ha logrado mostrar fuerza interna ni convocatoria convincente con los demás partidos políticos; el resto de ellos, incluido el PRI, navegan en un mar de fantasía al grado de que hasta Beatriz Paredes pretende la nominación.
Si entendemos el fenómeno López Obrador con todo lo que ya tiene, podría arañar los 50 millones de sufragios.
Lo anterior no será el indicativo de que desde su rancho manipule la política nacional. Sí, influirá en las grandes decisiones quede quien quede, desde su rancho ordenará hacia dónde guiarse para seguir favoreciendo a la pobrería que fue la que lo encumbró y sin duda alguna lo sostiene.
Hasta este momento los partidos y grupos de oposición no han reaccionado con vehemencia porque esperan que se dé el destape del lopezobradorismo para arrancar de ahí su campaña, es un compás de espera que daña a las propias minorías ya que se advierte que no tienen ni a corto y menos a largo plazo ideología ni programa de impulso permanente.
Mientras López Obrador ya nada más espera la fecha electoral para encumbrarse aún más, porque es claro que a cualquiera que deje, sea Claudia, Marcelo y hasta su paisano el de Gobernación, no tendrá un programa a seguir más que el que le va a ser trazado.
Hay quienes piensan que tanto Claudia, Marcelo o Augusto podrían, de ser nominados, tomar otra ruta diferente a los signos y propósitos lopezobradoristas, pero eso es tanto como un sueño guajiro que no se va a dar.
Otro tema muy peligroso que acaricia López Obrador y no solo acaricia sino que ya realiza, es el de agregarse a la izquierda, comenzando por Cuba, de donde vienen supuestos médicos que no reciben emolumentos para ellos, ya que el dinero se le entrega al gobierno.
López Obrador, desde su fortaleza en el rancho que va a habitar, seguirá siendo baluarte de los grupos de izquierda, llámense Venezuela, llámense Nicaragua, porque a él lo que le interesa es el caudillaje.
¿Verá esa realidad tan peligrosa la llamada oposición en México?
Esperamos que abra los ojos a tiempo.
MTOP