Poquitos fieles lectores de esta columna que enfila a los 30 años de existir, les digo que seguiré, necio, en advertir y en incitarles a que reconozcamos que el agua es nuestro gran desafío. Sin agua, León “no vale nada”.
Recordemos: el principal problema estructural de la ciudad es el agotamiento de la cuenca, pues acabamos con la Sierra de Lobos y no tenemos cultura de “sembrado” y reciclado del agua. Hoy tenemos sequía y tendremos más calor y menor humedad relativa. No ha llovido ni se ve para cuándo. Rompimos el ciclo del agua; deforestamos y no reaprovechamos nuestra agua y la vemos pasar –cuando llueve- por el Malecón en su camino a Chapala.
Créanme: percibo el estrés hídrico de nuestros árboles y constato que nuestras presas están semivacías. Hoy como en decenas de escritos y gritos, advierto de la alta probabilidad de que se dé, la Gran Sequía.
¿Qué es la gran sequía? Un periodo abril-mayo en León donde la alta temperatura y un cambio en el patrón de las lluvias harán escasear a niveles dramáticos la disponibilidad de agua. Es el “periodo de retorno” del patrón de lluvias de un “año seco”.
En el pasado construí “modelos”, como el de nuestra cuenca hidrológica y que representan suficientemente esta realidad. El agua que usamos se obtiene o de sistemas superficiales que escurrían de la sierra hacia la presa del Palote o se extrae de pozos profundos recurriendo a agua que tiene miles de años almacenada en el subsuelo. Nuestra verdadera sustentabilidad está en las microcuencas de la parte norte de la ciudad y en crear el Banco Sapal que financie a los ahorradores y a los innovadores en tecnología del agua.
Soñé con que León podría ser “la Meca del agua” y desarrollar una industria alrededor de nuestra necesidad. Pero los periodos de retorno de las lluvias se cumplen y los ciclos de sequía inexorablemente, también. Si no pensamos diferente a nuestro ecosistema y a Sapal, nos quedaremos sin agua. Una ciudad sin agua pierde valor a ojos de sus potenciales inversionistas, de sus visitantes. Para calcular el tamaño de la “gran sequía”, es posible usar ese modelo sencillo del “balance hídrico” para reflejar que extraemos más de lo que infiltramos e incluirle las variables de entrada, proceso y salida al “sistema” para medir el “desbalance” y el abatimiento del manto freático.
Termino la actualización del libro “León Verde” que escribí hace 10 años y que refleja el tamaño de la crisis y su solución. Logré formar a cientos de tecnólogos del agua en la UTL y hacer proyectos de ahorro y reciclamiento. Pero hoy Sapal tiene cada vez más problemas en surtir de agua, frente a una población de casi 2 millones de habitantes y la solución factible está en las casas, en el reciclamiento y en el ahorro de cada uno de nosotros.
Sapal se debió convertir en un banco que prestara a los ahorradores y les financiara sus proyectos. El fin de la quimera de la Presa de Río Verde (Zapotillo) en Jalisco que tanto critiqué, nos hizo olvidar el reforestar la Sierra de Lobos y que desarrolláramos tecnología de reciclamiento.
Este mayo sentiremos ya la sed enorme por la sequía y recordaremos que León sin agua valdrá mucho menos de su valor actual real. Los valores inmobiliarios caerían en el escenario de sabernos sin agua. Por ello, industrias intensivas en agua no tienen viabilidad en la ciudad a menos que cuenten con tecnología de reciclamiento y optimización en el proceso. Entonces, el cuidado del agua no es solamente una cuestión de principios, sino que se debió convertir en una fuente de empleos para los leoneses, incrementando las tarifas de Sapal a los grandes consumidores para optimizar el consumo per cápita.
Pocos nos opusimos por décadas a la estrategia de construir la presa del Zapotillo (tecnología milenaria y obsoleta) e insistimos en seguir el camino de los israelitas: la tecnología del agua y su “siembra” en la Sierra de Lobos. La idea de la presa El Zapotillo en una economía del conocimiento fue absurda, tonta. Imposible meter esta voz al Consejo de Sapal, a donde no pueden ingresar académicos o ciudadanos simples.
Hoy León tiene sed. El agua se acaba y llegará la “gran sequía”. Debemos pensar diferente el problema del agua. Nos queda poco tiempo.