No aprendemos de las culturas griega y romana, que forjaron la sociedad occidental, pese a la gran difusión de obras de relevancia y con enseñanzas que han repercutido en las leyes de nuestras naciones.
Tal es el caso que en esta semana se ha revelado por diversos medios de comunicación y comentado ya por distintos editorialistas, sobre la pandemia de COVID 19 y la existencia de un medicamento eficaz para aliviar a los contagiados de esta cepa o virus, lo cual me hizo recordar la obra “Antígona”, del “trágico más trágico de todos los trágicos griegos”: Sófocles, esta pieza teatral en cuatro actos.
En ella, Sófocles nos presenta la confrontación entre la obediencia y acatamiento a una ley injusta e imprudente, o bien a su desobediencia civil por los valores al amor familiar, a la ley natural, a la fidelidad y a la moral. Invito a los amables lectores a que la consulten.
Como síntesis, trátase de un rey (Creonte de Tebas), que expide un mandato en el que ordena que Polinices -hijo del anterior rey Edipo, muerto en batalla precisamente contra Creonte, cuñado de aquel rey ciego por haberse sacado los ojos al enterarse de que habíase casado con su propia madre- no sea honrado con los ritos propios de su nobleza, ni sea enterrado, sino expuesto a la intemperie, a merced de las aves, gusanos y otros especímenes carroñeros.
La hermana de Polinices, Antígona, pese a rogar al nuevo rey de Tebas, modifique o revoque ese decreto, éste sigue firme. Ante esa dureza injusta, Antígona desobedece, realiza los funerales a su hermano y lo sepulta. Habiendo sido investigada por Creonte el rey injusto, es descubierta, detenida y condenada a morir. Pero durante su encierro, opta por mejor suicidarse por ahorcamiento.
Un hijo de Creonte, de nombre Hemón, confiesa a su padre su amor por Antígona y le pide clemencia, no logra convencerlo y se marcha para nunca volver. También Eurídice, esposa de Creonte, que no compartía la postura del rey, le pide a un mensajero le cuente los acontecimientos y éste le informa del suicidio de Antígona, pero también de su propio hijo Hemón, quien consecutivamente a la muerte de Antígona al verla muerta, se suicida también y queda con ella.
Al rey le aconseja su adivino, profeta o consejero, Tiresias, que dé marcha atrás a sus malas decisiones, igual que el coro de ancianos sabios, recomendándole cambie de actitud. Este rey muy endurecido, no accede. Descubre a su hijo muerto, lo levanta en brazos y regresa a su palacio, allí otro mensajero le informa que su esposa Eurídice se ha suicidado maldiciéndolo.
El coro de ancianos finalmente concluye que se debe obrar con prudencia, respetando las leyes naturales y divinas. Esto se remonta al año 441 a. C., hace casi 2500 años, y su enseñanza sigue ilustrando a gobernantes y juristas actuales.
El presidente Andrés Manuel López Obrador designó como comisionado de Salud, entonces subsecretario, para atender las emergencias de la pandemia COVID 19, al Dr. Hugo López Gatell, quien en el año 2020 expuso diversos temas, uno de ellos acerca del uso del Remdesivir, un medicamento utilizado en Estados Unidos para los contagiados, el cual consideró que no debía ser autorizado para su uso ni en hospitales del orden público, pero tampoco en los del orden privado, ni adquirirlo o importarlo nadie porque no estaba comprobada su eficacia.
En su columna “Perspectiva” del miércoles 15 de marzo, Enrique Gómez en el periódico AM (“Paco no debió morir, miles pudieron sobrevivir” Pag. AM 2. B5) da cuenta de un episodio de salvación de pacientes que lograron obtener de contrabando esta medicina carísima, salvando materialmente sus vidas, violando la prohibición sanitaria gubernamental, pese a estar aprobada su eficacia y uso en Estados Unidos.
También refiere que el propio mandatario, para salvar la vida de su hijo, José Ramón López Beltrán, ordenó por medio de la Secretaría de la Defensa Nacional tener ese medicamento muy caro y aplicárselo, salvándolo de una muerte segura.
Aquí el ejemplo de un mandamiento injusto e imprudente de prohibir la compra y uso de este producto eficaz contra los contagios, aún a los particulares, a grado tal que el propio gobernante violó la restricción en beneficio propio. De allí el parangón con el ejemplo de Antígona, pues si abiertamente el representante de una Institución hospitalaria privada hubiera adquirido esa medicina, no hubiera habido juzgador que lo condenara.
El contexto histórico ubica a Creonte como un rey absolutista, tirano, cuyos colaboradores no se atrevían a contradecirlo, ni admitía opiniones con libertad, aunque cometiera notoriamente muchos errores.