Metaverso es, probablemente, una de las palabras que más interrogantes ha generado en los últimos meses, desde que Mark Zuckerberg, creador de la red social Facebook, anunció que ese sería el nombre de su nuevo gran proyecto tecnológico. “Posverdad”, “meta verdad” son otras palabras que evocan esa capacidad de la raza humana de salirse de la realidad que tocamos, para trasladarse a otra, la que está en la mente, o en los espacios que pueden crearse para que nuestra poderosa mente, los capte. La posverdad es la subordinación de los hechos reales desde ideologías específicas a partir de las emociones políticas, para poder manipular a todo mortal que agarre el anzuelo.

La palabra “metaverso” es un acrónimo compuesto por ‘meta’, que proviene del griego y significa  “más allá”, y ‘verso’ hace referencia a “universo”, por lo que hablamos de un universo que está más allá del que conocemos actualmente. Zuckerberg plantea un nuevo ecosistema virtual y tridimensional (3D) en el que los usuarios pueden interactuar entre ellos, trabajar, jugar, estudiar, realizar transacciones económicas, entre muchas otras posibilidades. Todo ello de forma descentralizada, democrática, digamos. El propio Zuckerberg decidió cambiar el nombre de Facebook por el de Meta por la importancia que tiene el proyecto para sus empresas tecnológicas (Instagram, WhatsApp, Messenger, entre otras).

Metaverso se hace referencia al concepto de espacio virtual, no real. Ese que al que nos puede transportan incluso con la mente, un líder. Sí, podemos imaginar el futuro o creernos que estamos atados a nuestros traumas del pasado. Aunque hoy en día es fácil distinguir entre el mundo digital y el físico o entre lo online y offline, con el metaverso se creará una frontera que combinará entornos virtuales y reales, y que nos permitirá realizar las actividades de la vida cotidiana. Por eso, digo que para AMLO, solo existe su realidad, su metaverso.

Tomados de su propia boca. Él ve inteligencia en el ejército y no espionaje a periodistas o activistas sociales. Para él no existen masacres, sino hechos aislados. Tiene en su contra campañas y complós, no reacciones a sus yerros. No hay militarización, sino fuerzas armadas. Todo para su metaverso es culpa del pasado, pues él no tiene un solo error u omisión, por lo que nunca hablará del futuro. Él encarna la bondad que recoge amor en los mítines priistas donde acude la gente a recibir dádivas y promesas de un Estado benefactor que todo lo debe y todo lo puede.

Contrario al Informe del Departamento de Estado norteamericano, donde se diagnostica al País controlado por los cárteles y la corrupción, él afirma que somos más seguros que el vecino del norte. Afirma que el Tren Maya no requerirá derribar un solo árbol, cuando la realidad es que constituye un enorme ecocidio a pesar de sus bondades económicas. El metaverso de AMLO presenta un sistema de salud como el de Dinamarca, cuando el INSABI ya mostró su fracaso. Afirma que con abrazos logrará educar a un pueblo que no sabe de leyes.   

Todo lo bueno que tuvo AMLO de propósitos de construir un País más justo y de conciliarnos para hacerlo realidad, se acabó con su estilo autócrata de gobernar. Con su metaverso diario donde solo existe su partido y todos los demás somos solo virus que le somos extraños y a los que debe exterminar. El uso del poder del estado y sus instituciones contra periodistas y medios de comunicación, son una herencia que le acompañará junto con los más de 200,000 muertos que alcanzará el año próximo su sexenio sumados al medio millón por el COVID que midió el INEGI.

Me doy. AMLO su algoritmo del metaverso de él, es potente. Crea y recrea discursos que nos distraen de la realidad. Junto a las fuerzas armadas y a los cárteles del narcotráfico, tiene comprado el futuro y la virtualidad que capta al pueblo bueno desde su discurso viejo de hombre viejo, nos postrará para evitar luchar y emprender la construcción de un porvenir hecho con el sudor de nuestra frente. Con él, es más cómodo, extender la mano y creer que, con su palabra, el metaverso, ya cambiamos la realidad. 

 

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