Durante su discurso por el aniversario de la expropiación petrolera, el presidente López Obrador lamentó que, en la sucesión de 1940, Lázaro Cárdenas hubiera elegido a Manuel Ávila Camacho, en vez de a Francisco J. Múgica, con quien, aseguró, “tenía más afinidad ideológica y el cual representaba una mayor certeza de continuidad y profundizar la política social y nacionalista”. Según él, a partir de ese momento “empezó a abandonarse el auténtico ideal revolucionario y las acciones en beneficio del pueblo, aunque debe admitirse que esa alianza entre el poder político y el poder económico tal vez evitó la guerra civil y mantuvo la paz social. Si con Porfirio Díaz imperaba la paz de los sepulcros, luego del gobierno del presidente Cárdenas se instauró la paz de las componendas y de la corrupción”.

El poder siempre se ha empeñado en usar la historia a su favor y López Obrador una y otra vez se ha valido de ella para justificar su proyecto. Y, si bien en el grandilocuente epíteto 4T, Cárdenas ha ocupado un espacio menor que Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Zapata -acaso por la tensa relación que mantiene con su hijo-, en esta ocasión ha querido verse en su espejo justo cuando su gobierno llega a su cenit y se ve obligado a elegir a su sucesor. Pese a que no se canse de remarcar que el pueblo será el encargado de hacerlo -a través del método mercadotécnico y netamente capitalista de la encuesta-, su discurso deja ver que él intentará, de todas las maneras posibles, indicarle quién es el mejor candidato para continuar con la “transformación”.

Como AMLO también ha resucitado la práctica, tan propia del PRI hegemónico, de que cada una de sus palabras sea interpretada para descifrar sus designios, incontables comentaristas se han dedicado a trasladar su reflexión histórica a nuestra época. Si no hay duda de que él se identifica con Cárdenas, ¿quiénes son entonces Ávila Camacho y Múgica? Entre su baraja de candidatos -tanto los tres oficiales como los que insisten en sumarse a la lista-, parecería claro que con quien guarda “más afinidad ideológica” y “representa una mayor certeza de continuidad” es Claudia Sheinbaum, mientras que la concesión a la cautela ante el avance de la derecha -acaso dibujada en su mente en la manifestación contra la reforma electoral- estaría del lado de Marcelo Ebrard. Dicho esto, la conclusión rápida sería que el canciller no tiene ninguna posibilidad de sucederlo.

Menos importancia le han concedido los exégetas a su mención a otro general revolucionario, Juan Andreu Almazán, quien según López Obrador “contaba con el apoyo de importantes grupos de derecha y de un sector del Ejército” y recordó que “incluso el PAN, que no presentó candidato a la Presidencia, lo apoyó abiertamente”. De AMLO podrán decirse muchas cosas, pero su conocimiento de la historia de México excede al de sus predecesores. Aunque manipule la historia a su favor, no desconoce sus sutilezas.

En este contexto, su mensaje resulta más complejo que la simple identificación actual de Ávila Camacho y Múgica. Su fijación se halla, más bien, del lado de Almazán, una figura extravagante que formaba parte del caudillismo revolucionario, pero había apoyado tanto a Zapata como a Huerta y tanto a Villa como a Ortiz Rubio. Cuando al fin se decide a enfrentarse a Cárdenas y al nuevo PRM, es jefe de la zona militar de Nuevo León: es decir, parte integral del régimen cívico-militar que gobierna al país.

Leído así, el discurso del Presidente se vuelve aún más radical: la mayor amenaza para la 4T no estaría en elegir un sucesor moderado, sino en que alguien de su propio régimen decidiera enfrentársele con el apoyo de una parte de los suyos, de “importantes grupos de la derecha” o “incluso del PAN”. Su advertencia se torna más drástica para sus tapados -lo seguirán siendo en espera de la mano, más que el dedo, que mueva la encuesta-: nada tan terrible como que alguno de los perdedores de la encuesta siguiera el ejemplo de Almazán. Su “nada de zigzaguear” y “no a las medias tintas” se convierte, más que en una advertencia, en la constatación de un peligro.

@jvolpi

 

 

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