“Dale un pez a un hombre y comerá hoy. Enséñale a pescar y comerá el resto de su vida”, establece un sabio y viejo proverbio chino que promueve la defensa de la educación como estrategia para combatir la pobreza. López Obrador regala el ahorro público para que los marginados puedan comer hoy y no los enseña a trabajar para que puedan comer el resto de su vida. De esta suerte, otra estafa populista, nunca se podrá rescatar a decenas de millones de compatriotas de la indigencia ni de las penurias que los acosan si se les siguen dando “peces”, en lugar de enseñarlos a pescar y, además, se destruye la Reforma Educativa, para garantizar la desesperación social con las consecuencias históricas ya conocidas por los liberales e ignoradas por los conservadores, como el propio C. Presidente de la República.
Hace un par de meses al entrar al baño de un restaurante en la CDMX, saludé con un “buenas tardes” al encargado del aseo, quien me respondió en estos términos: “Yo no sé que tenga de buenas tardes, cuando llevo 5 años limpiando mingitorios. ¿Ya se vio usted? ¿Ya me vio a mí? ¿Quién de los dos puede decir buenas tardes? ¿Usted, que se va a gastar en la comida con sus amigos lo que yo me gano en un mes, o yo, que volveré a meter la cabeza en los escusados?”. La conversación no pudo ser más ríspida, sin embargo, después de un par de consejos y de echarle la mano al hombro, volví la semana pasada y ya trabajaba medio tiempo en un taller de electricidad, en el que se incorporaría próximamente con mejores prestaciones.
Según el Coneval, en 2020 existían 10.8 millones en situación de pobreza extrema o sea, compatriotas que no podían satisfacer sus necesidades básicas como alimento, agua potable, techo, sanidad, educación, para ya ni hablar del acceso a la información. Hoy en día, también según Coneval, a casi 5 años de la 4T, el número de pobres, los que supuestamente iba a defender AMLO, ha crecido en más de 5 millones, los mismos a quienes también les regalará dinero público con la condición de que voten por Morena en las elecciones municipales, estatales o federales y asegurar así, con el hambre, la estancia en el poder del partido enemigo de las grandes causas históricas de México. A más pobres, más fortalecimiento de AMLO.
A partir de mi experiencia con el futuro electricista, he usado con mucho cuidado el “buenos días” o el “buenas tardes”, sin dejar de observar el sentimiento de mis compatriotas, no ya los sepultados en la pobreza extrema, sino aquellos que de una u otra forma comprueban a diario los niveles de riqueza de sus patrones, a sabiendas que ni ellos ni sus hijos ni sus nietos podrán disfrutarla.
¿Qué sentirán los conserjes de los edificios de lujo cuando ayudan a subir las incontables bolsas del “super”, con comida y bebidas en abundancia, a los departamentos de los privilegiados, o cómo vivirán los meseros en las playas el momento de atender a mujeres hermosas, altas, esbeltas, que jamás podrán tener en sus brazos? ¿Y los relegados del bienestar que esperan horas el camión bajo la lluvia y todavía ven pasar a un potentado con chofer en un auto importado o aquellos que escuchan conversaciones, mediante las cuales se informan de los planes de los hijos de los ricos que estudian en el extranjero para reiniciar un nuevo ciclo perverso de concentración del conocimiento y, por lo tanto de la riqueza?
Los ejemplos son interminables como cuando los excluidos del progreso escuchan los costos de la asistencia médica privada, en el entendido que en la pública ni siquiera hay aspirinas. Me pregunto: ¿dónde termina la culpa de los gobiernos posteriores a la revolución y comienza la de una sociedad egoísta que comprobó durante todo el siglo XX la brutal expansión de la pobreza que contemplaba como parte del paisaje urbano o del rural? ¿Los empresarios filántropos murieron todos de repente? Nunca he creído en las culpas absolutas. Menudo supuesto gobierno de izquierda que dispara el número de marginados, cuando gobernar debe ser crear empleos y prosperidad sin lucrar políticamente con las miserias de los pobres.