Podría decirte que vi la lista de sus cualidades y me decidí por ella. O tal vez mentirte inventándote que tuvimos una entrevista inicial, pero no fue así, creo que el gran medidor del tiempo, ajustó nuestros minuteros, y estos, coincidieron en el momento preciso con una asombrosa exactitud.
A veces pasa por mi mente que fue ella la que me escogió a mí, para de inmediato descartar el pensamiento pues estaría en el terreno de las especulaciones. Lo cierto es que la vida nos pone a nuestros personajes importantes presentándolos por orden de importancia. Ella, fue de las primeras en llegar.
Siempre conté con la aprobación de sus brazos que me calmaban de los vendavales violentos, adormecía mi infancia y mis sentidos con un vaivén, que incitaba al sueño haciéndome pasear por el inmenso cielo dentro de una nube blanca, dentro de la cual saludaban los rayos del sol, ténues, y acariciantes como una promesa de bien.
Y ya sé, que la menciono con continuidad, porque a mí, no me parece demasiado, soy un afluente que vuelve a su río por fuerza de gravedad. Me sumerjo y buceo profundo. Entro a esa agua transparente y clara, porque no hay nada más curativo que adentrarme en su amor voluntario, que fue la excepción a las escusas y pretextos que tantas veces escuché.
Y tal vez, ella no sepa la importancia que represento para mí un aval de esa magnitud, probablemente nunca llegue a imaginarlo, porque para eso, tendría que estar en mis sensaciones, como el latido de su corazón que se quedó haciendo eco en el mío, dándome la sensación de su compañía. Y ese sonido guardado en la profundidad de mis pensamientos, me hizo brotar unas alas que cruzaron el universo, para después, volver salva a mi tierra, a mi esencia, a mí misma.
Podría decirte que es un familiar lejano o inventar que es mi ascendente directo, pero no es así. Llegó y se instaló en mi vida sin poner una medida, aseverando mi valía con su mirada, dándome un sitio preferencial. ¿Puedo decir algo mejor que la represente?
Si se me fuera dada la facultad de escribir mi vida, le habría dado otro título, y así todo sería más coherente, o tal vez es en el sinsentido de las cosas, en esas coincidencias que parecen casuales, en esos caminos que unen las existencias, que se encuentra el secreto de la vida, en ese eco que escucho latir dentro de mí.
Y aquí estoy de nuevo a la carga, hablando de ella para que no olvide que va conmigo, como un pasajero invisible que conoce mis rutas y entresijos, observadora de los cruces de mis vías que a veces se cuestionan, que comprende esos enojos que surgen de mi tierra sin lógica ninguna. Sé que aunque quisiera ocultárselo, lo sabría, porque está avezada en leer entre líneas, tiene sentidos secretos que escapan a la razón.
Podría imaginar que le llamé con el pensamiento, y tal vez fue así, no podría precisarlo porque tenemos facultades que aún no son reconocidas. Lo que sí sé es que mi mapa y mi territorio están señalados por su presencia generosa, como un referente vital en mi camino, como el eco de su corazón.