Ya recientemente jubilado no tengo enfrente a estudiantes de posgrado en Finanzas Corporativas en o de la Maestría en Contabilidad Gubernamental, para hacer el ejercicio sobre la venta del avión presidencial. Sería en la materia de “modelos financieros” o en “formulación y evaluación de proyectos de inversión”. El ejercicio sería medir la rentabilidad que tuvo la decisión del Presidente López Obrador de vender el famoso avión, pues tras cuatro años de idas y vueltas, se anunció este jueves que la aeronave fue adquirida por el Gobierno de Tayikistán por 1.659 millones de pesos, alrededor de 92 millones de dólares al tipo de cambio actual. Esto en el modelo, son los ingresos y habría que medir allí si la operación fue de contado o en parcialidades.
No me refiero ahora a la decisión del Presidente Calderón de comprarlo, ni a la de Peña Nieto, de usarlo. El primero, porque traía la inercia de comprar aviones faraónicos y el segundo, que, en su frivolidad, se debió haber sentido feliz por disfrutarlo. Fueron sin duda, decisiones tomadas en un contexto de nula austeridad y lejos de “sentir con el pueblo”. El asunto es que el dieron al candidato AMLO un elemento valioso para su manera de ganar popularidad al anunciar su venta y su rifa, aunque nos llevara a que la decisión, fuese “el peor negocio del mundo”. Terminó rematándolo a precio chatarra.
El Presidente, un hombre que sabe de ciencia política, pero nada de economía y finanzas, salió a declarar que era un gran negocio. No. El avión dio resultados políticos, pero en lo financiero, fue una operación con un costo enorme al erario público, que, si no es corrupción directa, sí es quebranto de recursos públicos, pues las malas decisiones también provocan pérdidas y esto, también, es corrupción. Veamos. Por el lado de los egresos es donde primero habría que meter el “costo de oportunidad” de no usarlo en 4 años (si hacemos comparativo con un coche) es lo que dejamos de aprovechar en su uso, por tenerlo estacionado en hangares. Sumaríamos el costo de rentas y el mantenimiento asociado. Le aumentaríamos la depreciación adicionalmente. Además, el costo financiero del préstamo para comprarlo y el capital remanente, se deben sumar en los egresos.
Si incluimos como costos intangibles, todo el proceso intangible de la falsa rifa, y los recursos públicos dedicados a los equipos de funcionarios del gobierno federal y las empresas comercializadoras que se contrataron para las gestiones de venta por cuatro años, podríamos incluir un 10 % sobre el valor de salida. Vender un avión en 92 millones de dólares cuando su estimación de valor era de 218 millones y su precio de “oferta” era de 114, fue un enorme negocio para el comprador, pero uno pésimo para el País. Haberlo usado en la flotilla nacional del ejército o de la nueva aerolínea no hubiera sido tan malo. Si a usted y a mí nos heredan un vehículo de lujo, estúpidos seríamos en guardarlo. Tendríamos que ponerlo a trabajar, a rentar, de Uber, de lo que fuera, pero todo menos que encerrarlo. Además, el avión se estaba pagando el BANOBRAS tuvo que “apechugar” en la operación, para contraer la deuda.
Pésima decisión financiera. Maravilloso juego en el que mete AMLO nuevamente al pueblo, para hacerle creer que es un negocio. Pero al único que gana políticamente, es el Presidente AMLO. Dirá que el dinero se va al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado y nuestro “pueblo bueno”, sin cultura financiera, le aplaudirá esta decisión. Dirá que con ello construirá hospitales, escuelas, y será una magia política la que venderá a las clases populares. Pero si lo vemos en números, vender el avión presidencial”, es lo que yo considero, “el peor negocio del mundo”. El País, perdió alrededor de 175 millones de dólares en una decisión política, pues le fue más fácil rematar que poner a trabajar un activo. La fotografía de AMLO con otros funcionarios a bordo del avión para anunciar su venta este jueves, es una caricatura de este México florido, donde un político pueda hacer magia al pueblo y marearlo, para vender la idea de que el País ganó, cuando en realidad, la decisión de vender el avión y no ponerlo a trabajar, le dio popularidad a un animal político como lo es AMLO, experto en invertir recursos públicos en proyectos que no tienen rentabilidad social, ni financiera, solo política.