En la política hay cierta tara, difícil de enfrentar, que consiste en el impulso de un dirigente para dejar sucesor. ¿Es algo connatural al ejercicio del poder? Porque quienes lo detentan, intentan usarlo, como un último suspiro, para nombrar sucesores. Hay que reflexionar sobre este fenómeno, advirtiendo que en los tiempos que corren en nuestro país, resulta a todas luces abusivo. Podemos encontrar varios ejemplos, van.
El presidente de la República, no contento con el atracón de poder que se ha dado durante ya casi cinco años, ha decidido jugar con el futuro del país, apoyando a su funcionaria más adicta, bautizada por él mismo como “corcholata”… indigno. Su apuesta es seguir mandando a través de ella, lo que representa una arbitrariedad, ya que la previsión constitucional de cambiar sexenalmente al Ejecutivo tiene como objeto la oxigenación del mecanismo administrativo y político del Estado. Si se trata de continuar en el poder habría que optar, de plano, por una dictadura o por un régimen monárquico.
Hace seis años, al entonces gobernador de Guanajuato, sus planes de imponerle un sucesor a su partido y a los guanajuatenses le resultaron de acuerdo con lo planeado. Queriendo conservar gran parte de su poder, optó como ahora trata de hacerlo el presidente, por su funcionario más incondicional y devoto. Esta circunstancia duró una larga temporada, hasta ahora, que parece agotarse ante la rebeldía de su adepto.
El actual gobernador calcula que pocas cosas han cambiado en la política estatal. Piensa que habiendo consolidado un agrupamiento de empresarios, funcionarios y políticos encementado con intereses puramente personales, podrá dejar como su sucesora a una funcionaria comprometida con el grupo y directamente con él, el gobernador. Cree que será sumisa frente a la presión de múltiples intereses individuales sumados a la candidatura. Piensa que como hace seis años, ciudadanos, organizaciones empresariales, grupos sociales y activistas, aceptarán sin chistar que les vuelvan a imponer un candidato sin pasar por una competencia democrática. Al cabo los guanajuatenses, conspiradores de cepa, hemos perdido templanza y valor, para transformarnos hoy en seres dóciles y mansos, listos a someternos al dictado del gobernante en turno, aunque sea poco talentoso.
En nuestro pueblo, Guanajuato el de la cañada, el obtuso alcalde que padecemos desde hace varios años, sueña en endilgarnos a su esposa como su sucesora. Pero las cosas le andan saliendo mal. La tragedia ambiental causada por el incendio del tiradero de basura a cielo abierto ha provocado una ruptura profunda de la ciudadanía con el gobierno local. Obligados a fumarnos el humo producido por plásticos y deshechos tóxicos, no es una forma graciosa de conseguir votos. Se le advirtió desde hace años que debería construirse un relleno sanitario moderno, pero no hizo ningún caso. El payaso que el PAN prohijó y que ha tolerado como gobernante, solo piensa en organizar fiestas y repartir apoyos, regalos y comida. Su popularidad es la prioridad. Clientelizando ciudadanos piensa ganar la elección. Mientras, él y su esposa se encuentran en problemas por haber violentado derechos fundamentales de un menor de edad, abandonado por sus padres. No daré más datos para no caer en la revictimización, pero la conducta de la pareja resultó nefasta, al tratar de utilizar el caso para promoverse políticamente en redes sociales. Su actuar fue juzgado por la ciudadanía, calificándolo de hipócrita y vil. Ahora la parejita presidencial, enfrenta una denuncia por violación a derechos humanos.
Pero no terminamos ahí. En el lugar en donde debería reinar la racionalidad, la Universidad de Guanajuato, también identificamos pulsos destinados a imponer a algún incondicional del actual rector. También allí está presente la intención de nominar corcholatas para continuar empoderados. En ese lugar, en donde debe reinar la inteligencia, es en donde menos resquicios debería haber para el abuso y repartición de apoyos subrepticios a favoritos. Los universitarios poseen las dotes necesarias para que llegue a la rectoría el académico más cuajado y reconocido. En esa zona la meritocracia debe mandar. Esperamos que nos den muestras de ello.
Recapitulemos. Identificamos un tremor insano en la casta gobernante, por querer imponer sucesores. Los personajes involucrados, presentan las mismas reacciones y síntomas. Se trata del ansia por la pérdida inminente del poder, pero también está el miedo, el temor de que un sucesor no controlado, los llame a cuentas y acaben tras las rejas. Cuando esto suceda y se acoten los excesos y castiguen los delitos cometidos, habremos dado un paso importante para tener un mejor gobierno y una sociedad más justa. Que les quede claro que el poder no dura eternamente.