El 1 de diciembre del 2018, el mismísimo día de la toma de posesión de López Obrador, éste declaró ante los poderes de la Unión: “hoy no solo inicia un nuevo gobierno, hoy comienza un cambio de régimen político”. ¿La declaración pasó desapercibida?
El artículo 40 de la Constitución establece: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, federal, compuesta de estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior”.
¿Cambiar el régimen político implica dejar de ser una República representativa, democrática, federal, compuesta de estados libres y soberanos? ¿Sí? ¿Entonces nos convertiremos en una dictadura comunista o socialista con un partido único, como Morena?
¡No!, ¿verdad? Pues al igual que en los años de la Dictadura Perfecta instalada por Cárdenas, AMLO pretende controlar a los otros dos poderes de la Unión, para lo cual ha venido desmantelando buena parte de los organismos autónomos garantes de nuestra democracia, ha envenenado la paz pública y facilitado la expansión del narco, de la misma manera en que ya gobierna en 22 entidades federativas, mismas que dejaron de ser libres y soberanas al depender de su voluntad irrefutable, tal y como sucedía durante el centralismo suicida de Santa Anna.
Hacen ya casi 5 años, AMLO afirmó en aquel discurso: “se acabará con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México”. “Queremos regenerar la vida pública de México”. “En esta nueva etapa no se perseguirá a nadie, no es mi fuerte la venganza”.
“Que las autoridades desahoguen en absoluta libertad los asuntos pendientes”. “Me comprometo a no permitir que nadie se aproveche de su cargo o posición para. hacer negocios al amparo del poder público”. “Si mis seres queridos, mi esposa o mis hijos, cometen un delito, deberán ser juzgados como cualquier otro ciudadano”.”Transitaremos hacia una verdadera democracia”. “Quien utilice recursos públicos o privados para comprar votos y traficar con la pobreza de la gente o el que utilice el presupuesto para favorecer a candidatos o partidos, irá a la cárcel sin derecho a fianza”. Bajaré el precio de la gasolina. “Se respetarán los contratos suscritos por los gobiernos anteriores”.
¿Más? Sí.
“Me comprometo, y soy hombre de palabra, a que las inversiones de accionistas nacionales y extranjeros estarán seguras y se crearán condiciones hasta para obtener buenos rendimientos, porque en México habrá honestidad, Estado de derecho, reglas claras, crecimiento económico y confianza”. “Vamos a dar preferencia a los desposeídos. Por el bien de todos, primero los pobres”. “Se ayudará a productores del campo con subsidios y precios de garantía, y se venderá a precio justo una canasta de alimentos básicos para combatir la desnutrición y el hambre”. “Nos apegaremos a los principios de no intervención”. “El ciudadano mexicano está en estado de indefensión”. “Pronto tendremos un buen gobierno, y en ese compromiso empeño mi honor y mi palabra.” “Actuaré sin odios.” “Dejo en claro que bajo ninguna circunstancia habré de reelegirme.”
Si bien el objetivo de cambiar el régimen político no fue lamentablemente una mentira, haberle agradecido en el mismo cuerpo del discurso a Peña Nieto (que en paz jamás descanse, QEPJD), el hecho de que éste no hubiera “intervenido en las elecciones presidenciales”, constituyó un embuste de enormes proporciones, si no se pierde de vista el pacto de impunidad acordado entre ambos.
El poder de la mentira le permitió a AMLO elegirse, pero, como “el pueblo no es tonto”, según sus propias afirmaciones, en el 2024, ante la escandalosa cantidad de promesas incumplidas y el daño masivo infligido al país, la nación recuperará la mayoría calificada en el congreso, continuaremos con el proceso de consolidación de nuestra democracia y de nuestro Estado de Derecho, y entonces, “no habrá juzgados ni cárceles suficientes”, AMLO dixit, en este caso, para los morenistas que intentaron destruir a la patria. Los mexicanos jamás permitiremos, si a eso se refería el presidente, la instalación de un “régimen político” como el venezolano, el cubano o el nicaragüense. A los hechos.