Como he relatado en otras entregas a los amables lectores, cuando llegué al entonces Distrito Federal, allá por noviembre de 1969, lo primero que conocí fue la zona de Buenavista, donde llegaban los autobuses foráneos, y luego el rumbo del Monumento a la Revolución y sus alrededores; después la Ciudad Universitaria (CU), la UNAM; allá hacia el extremo sur, por avenida Insurgentes, sin problema, pues allí en el Monumento a la Revolución, pasaba el autobús ruta Bellas Artes-Insurgentes-CU.
De las oficinas administrativas o Torre de Rectoría, me enviaron a la preparatoria por Azcapotzalco, a unas oficinas donde darían información para la inscripción al examen de admisión para los aspirantes a las licenciatura en Derecho. Así conocí otros rumbos. Pero cuando ingresé a laborar al despacho de abogados con mi tío, de quien también he platicado, conocí la zona de Insurgentes Centro, Paseo de la Reforma, calles París, Antonio Caso, Colonia San Rafael, Villalongín, Monumento a la Madre, Cine Roble, Lafragua, Hotel Hilton, Hotel Reforma, restaurantes Alex Cardini, Sep’s y otros sitios aledaños.
Por supuesto, no podían faltar las calles de la Doctores, donde se localizaban los Tribunales Civiles, la Presidencia del Tribunal y las Salas de Magistrados, la Procuraduría General de Justicia del D.F., las Juntas de Conciliación y Arbitraje, todas ubicadas entre las calles Niños Héroes, Dr. Vértiz, Dr. Bernard, Dr. Erazo y otras. Ahí, muy cerca, Dr. Río de la Loza y los estudios de Televisa, con su antenota sobresaliendo en las alturas, el edificio de la Tesorería y hacia avenida Cuauhtémoc, el cine Internacional y la Secretaría de Comercio.
Pero creo la mejor forma de haber iniciado a conocer esa hermosa ciudad, fue a través de los ojos del amor y estrechando la mano de una joven de aquél entonces, quien sería mi segunda ilusión en esa novedosa e impactante estancia; la primera ilusión habría sido el lograr ingresar y ya estudiar en la Facultad de Derecho de la UNAM, desde el 19 de marzo de 1970. En el mes de abril siguiente, el destino me preparaba un regalo de los mejores, ya que me invitaron algunos compañeros de la Facultad a una fiesta con las recién ingresadas a la Escuela de Trabajo Social, nuestras vecinas, un sábado, a una tardeada por el rumbo de Mixcoac; allí había un conjunto musical y me acompañaron para que cantara una canción, entonces muy de moda y exitosa de Los Ángeles Negros, que se llama “Y volveré”; fue muy bien recibida y después, invité a bailar a una chica muy bonita que pensé sería de Trabajo Social y resultó ser hermana de una de las organizadoras; tenía 17 años, yo 19 años; su nombre: Teresa.
Nos volvimos a ver el lunes siguiente en el Parque Hundido, en Insurgentes Sur y Porfirio Díaz; así fueron el martes, miércoles y el jueves, sellando esa tarde de abril nuestro compromiso y noviazgo chilango, con un prolongado, pero tierno beso.
De ahí en adelante, como ella vivía en la 1a Cerrada de Patriotismo, todas las tardes nos veíamos en el puente de Patriotismo y Viaducto, a las 16 horas; esperaba viendo pasar el tráfico desde la altura, y ya cuando llegaba, a iniciar a conocer la ciudad por doquier, tomados de la mano hasta las 8 de la noche, en que la regresaba.
Así emprendimos unas rutas que iré describiendo a los amables lectores, empezando por el clásico e icónico Bosque de Chapultepec.
La Cafetería del Lago, era infaltable; rentar una lancha y remar un rato por las aguas tranquilas y verdosas del lago nos inspiraba al romanticismo. Comprar un helado, paleta o nieve era el gasto. Un café o un refresco, y el pasaje de autobús, eran el gasto.
(Continuará…)
Conociendo la Ciudad de México 1970
Así emprendimos unas rutas que iré describiendo a los amables lectores, empezando por el clásico e icónico Bosque de Chapultepec.