Así se llama la película mexicana que recibió 10 minutos de ovación en el Festival de Cannes, en julio del 2021. Su directora es Tatiana Huezo, quien también ganó una mención especial.
La historia trata de tres niñitas amigas que se refugian en su amistad para sobrellevar la dura realidad que viven bajo la sombra del narcotráfico, en un pueblito de la sierra. Me impactó enormemente.
Desde la película de “Guten tag, Ramón”, me había puesto a reflexionar sobre las pocas oportunidades que tienen nuestros jóvenes que viven en las comunidades rurales. Donde las opciones se les limitan mucho más porque no tienen la facilidad de estudiar y pareciera que sus posibilidades son trabajar en un campo que no produce mucho o meterse con los narcotraficantes.
Ahora que veo esta dura película ambientada en la sierra de Guerrero, me percato de la grave situación de nuestras niñas campesinas. En ella se ve la linda amistad que tienen tres chiquillas, de 8 ó 9 años, una de ellas con labio leporino. Lo típico de la edad y más en un campo que tiene todo: animales, pequeños lagos, ríos y gente; van a la escuela rural de varios grados, se van a nadar, se pintan la boca con betabel, visitan y juegan con los vecinos. También se ve cómo le tienen miedo a los helicópteros militares que fumigan los sembradíos de droga y al paso de las camionetas de narcotraficantes. Al igual que se queda uno pasmado con la “normalidad” con la que ven el recolectar la pasta de amapola… ¡como si solo fuera un trabajo más, eso sí, donde se gana mucho!
Una de las partes que más me impactó es donde la mamá le pide a Ana, la protagonista, que se meta en un agujero en la tierra, como si la fuera a enterrar, para crearle un escondite. Todo esto es a raíz de que, una noche, los narcos se llevaron a una muchachita y su familia, vecinos de ellas. Así mismo, van a la peluquería para que le corten su hermoso pelo… obviamente, la chiquilla no quiere y llora mucho… pero lo hacen por seguridad, para que los narcotraficantes no se den cuenta que son niñas y se las lleven.
¿Podemos siquiera imaginar este horror? ¿Hacer un agujero para enterrar viva a tu hija y que los malos no la puedan encontrar? ¿Cortarle su pelo y negarle su femineidad para protegerla? ¿Qué estamos haciendo para proteger a nuestros conciudadanos? Si en las ciudades estamos asustados y sentimos que no hay tanta protección, ¿nos podremos imaginar lo que sentirán todos esos pobladores de las sierras y lugares más alejados de nuestro México? ¿Qué opciones tienen?
Claro, también existen rayos de esperanza como cuando van los médicos militares y le operan el labio leporino a su amiga. Así como los buenos maestros que enseñan con el corazón y que les ayudan a organizarse en caso de peligro… pero que al igual, se terminan yendo porque los amenazan y agreden el crimen organizado.
Las tres chiquillas van creciendo en este difícil medio y llegan a la adolescencia, donde las vivencias y la vida, el miedo y la realidad se van reuniendo hasta llegar a la tragedia. Y tienen que abandonar su pueblo.
Esto, de forma angustiante, no es solo cosa de película, justo esta semana leí en el AM de algunos pobladores desplazados en Sinaloa.
Como dijo el expresidente colombiano Andrés Pastrana: “No hay paz, si hay narco”. Y nos sugiere retomar el “Plan Mérida” que firmó Calderón y aceptar el apoyo de EU. ¡No todo está perdido! ¡Podemos y debemos expresar nuestra opinión en las urnas para retomar el rumbo! Y al igual, unirnos al programa Planet Youth que maneja el Gobierno Estatal contra las adicciones. ¡Unámonos! ¡Juntos lograremos más!
LALC