Guanajuato se ha distinguido por ser un estado de ciudadanos con amplias convicciones democráticas, no por nada en nuestro territorio se han inscrito páginas imborrables de nuestra historia. Nuestro trabajo y visión han evitado que lleguen ideologías políticas que solo buscan el poder a través de la manipulación de la esperanza de los más pobres.
En la encrucijada política que se avecina, no podemos perder todo el terreno ganado, por eso hoy más que nunca se requiere una visión estadista, inteligente y humilde, para seleccionar a los candidatos para la próxima contienda, proponiendo a los más capaces, a los más cercanos a los ciudadanos, a los mejor posicionados y, sobre todo, a los que inspiran fe y confianza en el electorado.
Hay quien dice que nadie escarmienta en cabeza ajena, y que por lo tanto significa que solo estamos dispuestos a aprender de nuestras propias experiencias, sin embargo, es evidente que los errores, las equivocaciones y las adversidades de otras personas representan una fuente enorme de aprendizaje para nosotros mismos.
Por ello, para la selección de candidatas y candidatos que participarán en las elecciones del año que entra, se requiere un análisis cuyo objetivo principal sea el de proponer fórmulas que garanticen el triunfo y, por consiguiente, que se asegure que no llegará una ideología política que venga saturada de resentimiento y sed de venganza como la que tenemos a nivel federal. Jamás se debe de diseñar una estrategia que este enfocada en solo conservar el poder, y mucho menos para tratar de privilegiar a un pequeño grupo que pueda anteponer sus intereses por encima del colectivo.
En elecciones recientes de otros estados de nuestro País, hemos visto con frecuencia que, candidatos que han sido impuestos a pesar de que las mediciones no les favorecían, fueron unos perdedores, tales como el caso de Tamaulipas, en donde por una deficiente selección del candidato no solamente se perdió el gobierno, sino que se entregó a la corriente ideológica que está destruyendo a México y a sus instituciones.
Pero también vimos los casos contrarios, en los cuales una selección de candidatas acertadas que fueron respaldadas por una parte de la sociedad, supo imponerse a los candidatos del oficialismo y al final ganaron la elección, a pesar de las adversidades internas y externas, ahí están los casos de Chihuahua y Aguascalientes, ambos ahora gobernados por mujeres.
No puede haber una brecha tan grande entre lo que unos cuantos en el gobierno piensan de la realidad política de nuestro entorno, y lo que la mayoría de los ciudadanos ve y siente diferente, eso solo quiere decir que hay vendas en los ojos o, lo peor, que hay una negación de la realidad deformada por una obstinación de seguir gobernando bajo la misma estrategia que no está generando los resultados que todos esperamos.
Nadie puede ni debe autodefinirse como el único conocedor de la verdad y de la realidad, sobre todo cuando lo rodean mentes individualistas que no anteponen el bien de todos. Los tiempos del gran elector ya terminaron y hoy son anacrónicos con la realidad democrática que necesitamos en el País para legitimar a todos los candidatos, con la política de transformación regresiva que estamos padeciendo en México, no nos podemos dar el lujo de arriesgar los cada vez más pocos espacios de libertad que nos quedan.
Hoy en día la popularidad y penetración de las candidatas y candidatos deben estar construidos con base en su trabajo y resultados. La sociedad exige gobernantes auténticos, humanos y comprensivos; la honestidad ya no es una virtud, sino una obligación.
LALC