El Presidente Andrés Manuel López Obrador volvió a poner en jaque a la oposición, al establecer el método para seleccionar el candidato de Morena a la presidencia de la República. Con esto, a su modo y conveniencia, les marca el paso y hasta el método de selección a todos los partidos. En política, es donde se quiebran los límites de lo posible, ahí es donde se cuestiona lo aceptable. Por desgracia, la oposición, por más lucha que hace no ha podido colocar ningún tema en la agenda nacional. La falta de propuestas sustanciales y lideres carismáticos, los margina del interés popular.
Desde luego, todos los presidentes de México han querido dejar un sucesor. Esto es debido a las rancias tradiciones políticas no escritas del presidencialismo mexicano, adscritas a la religión del eterno retorno, como en el ciclo solar: el sol se pone lentamente en el ocaso y desaparece, pero renace para dar luz al nuevo día, como en las historias de los dioses que mueren, pero resucitan.
Por lo tanto, en la religión política del presidencialismo, el Presidente sueña con renacer a través de su creación embrionaria, su delfín, su nueva encarnación; así transcurre el devenir de la sucesión presidencial, entre el ocaso y el renacer…
Ya nada ni nadie puede dar marcha atrás a la gestación de las candidaturas, así es el dogma sucesorio en la cultura política mexicana.
A partir de la segunda mitad del sexenio, la mayor preocupación y el secreto mejor guardado del Presidente es el nombre de su favorito para sucederle y reencarnar. La simbología y el ritual son parte del hermetismo litúrgico del ungimiento. Sin embargo, el que va a ser el elegido ya está expuesto a la vista de todos para el escrutinio de la opinión pública.
Así las cosas, AMLO sabe perfectamente bien que tiene que esperar a conocer, sin distorsión alguna, las preferencias del elector; debe de estar muy claro del candidato que mejor conecte y apruebe el ciudadano, factótum del éxito en las elecciones. Además, también es vital conservar la unidad en el partido.
Pero ser el candidato de Palacio no es suficiente, tiene que ser convalidado por el pueblo. La selección debe de tener un marco normativo para lograr una competencia equitativa entre los aspirantes y, sobre todo, que todos los participantes queden satisfechos al final de la contienda, y que no haya divisiones ni fracturas que pongan en riesgo las probabilidades de triunfo del partido.
En el caso de Morena, en una cena con los aspirantes, AMLO les propuso un proceso de selección del candidato mediante diferentes encuestas, emparejando el piso con las renuncias a sus puestos. Esta decisión los empujará a salir a las calles a obtener el beneplácito ciudadano, darse un baño de pueblo, y poner a prueba su carisma y aceptación. Fue un gran acierto el método, donde todos los participantes estuvieron de acuerdo, preservando así la unidad del partido, como condición sine qua non de la selección del candidato (a).
Bajo la lógica de la “unidad”, como eje de la precampaña, para decidir mediante encuestas el abanderado de Morena para el 2024, ya no podrá haber favoritos, ni intervenciones del aparato gubernamental o del partido, que favorezcan a uno u otro de los contendientes. De esta manera, el líder moral de Morena, se autoimpone la disciplina de no intervenir a favor de ningún aspirante, para conservar así su papel de “gran arbitro,” y poder conocer realmente, sin autoengaños, las preferencias de los electores, independientemente de los afectos.
Sobre todas las cosas, aun sobre su predilección, el Presidente quiere un ganador, nunca se daría un tiro en la cabeza escogiendo al perdedor; hasta la fecha, ha respetado todos los resultados de las encuestas para las gubernaturas, con éxito, excepto Coahuila.
De esta manera, dejará correr las encuestas para conocer en el pulso la opinión del gran elector: “el pueblo”. En esa lógica de triunfo, el proceso de selección no puede partir de que uno de los contendientes sea el favorito del poder. No, deberá ser el favorito de los millones de votantes que acudirán a las urnas en el 2024. Lo anterior, garantizará la unidad de Morena y el triunfo del partido.
La decisión aún no está tomada, pero la suerte ya está echada. Claudia llega con la mayor aceptación en las encuestas; le sigue Marcelo, que intenta empatizar con jóvenes y el ciudadano de a pie; y luego, Adán Augusto, que no deja de crecer; pero el futuro ya dependerá solamente de ellos.
Los aspirantes a la Silla del Águila deberán convencer ¿para qué quieren el poder? ¿Cuál es su visón del futuro? ¿A qué se comprometen? Explicar cómo entienden los problemas públicos y poner a escrutinio su trayectoria y resultados. En la utopía, siempre se piensa que el futuro será mejor…
“¡Sonrían, todo va a estar bien” !: Marcelo Ebrard.
La decisión aún no está tomada
El Presidente sueña con renacer a través de su creación embrionaria, su delfín, su nueva encarnación; así transcurre el devenir de la sucesión presidencial, entre el ocaso y el renacer…