El auge de los corridos tumbados o bélicos, es la muestra del grado de normalización de cómo una subcultura del crimen se ha ido normalizando no solo en nuestro país, sino en muchos otros donde el streaming y las redes sociales los expanden por millones de reproducciones.

Leí un artículo donde estudiosos del tema sostienen que esas expresiones musicales y audiovisuales no son necesariamente una apología del crimen sino una consecuencia sociológica normal.

Lo que yo creo es que de manera independiente de que sean ya una expresión que se ha ido normalizando en la sociedad, aun así, hacen apología del delito, es decir lo alaban, lo enaltecen e incluso lo hacen aspiracional.

Los corridos de la Revolución Mexicana enaltecían personajes y hechos históricos, mitos o leyendas, que sobreviven a nuestros días. 

Más recientemente, los famosos corridos de Los Tigres del Norte como el de La banda del carro rojo, o Contrabando y traición, muchos los vimos tan inocuos y en cuántas fiestas no los cantamos, pero hablamos de momentos en que el tráfico de drogas y la violencia no estaban tan desatados como ahora.

Hoy, esa expresión musical de piezas, no solo habla, sino que enaltecen el crimen, no acabamos de aceptarlos muchos porque forma parte de esta nueva normalización de la violencia y la muerte.

Los mismos “artistas” o grupos musicales (como Peso Pluma) han aceptado que parte de sus canciones han sido por encargo de grupos o jefes de la delincuencia organizada.

Por propia voluntad, o forzados, finalmente enaltecer a líderes delincuenciales específicos, les traerá problemas con los grupos o jefes contrarios a los que alaban.

Sin saber del todo porqué, a solistas o grupos los han asesinado o levantado, pero ello forma parte del antagonismo existente.   

Mientras que en Estados Unidos mueren más de 200 personas diariamente a causa del consumo de narcóticos, sobre todo los opioides como el fentanilo, en México se llega al promedio de 100 homicidios dolosos cada día, cometidos principalmente por causa del tráfico de drogas.

Todo ello ha provocado que se normalicen las noticias de asesinatos y masacres por la guerra de grupos criminales, en los que hay víctimas colaterales inocentes o ciudadanos asesinados, secuestrados o desaparecidos por el crimen.

Esa subcultura de la muerte ha ido permeando a la sociedad, al grado de que vemos fiestas temáticas sobre sicarios, secuestros, extorsiones y la cultura de las armas como parte del contexto.

El debate sobre la libertad de expresión y la prohibición de los narcocorridos, corridos tumbados o bélicos, se ha diferenciado tanto por entidades federativas y municipios.

Todo se va reduciendo a la toma de consciencia por región y de manera particular en cada persona, para decidir en qué grado aceptamos nosotros y en nuestras familias ese tipo de expresiones.

Estados como Chihuahua, Coahuila o Quintana Roo, han buscado reformas sus códigos penales o sus reglamentos, para prohibir la presentación de grupos musicales que hagan apología del crimen.

La discusión no se debe centrar en aceptar o permitir ese tipo de expresiones “culturales”, sino en combatir la causa, que es el narcotráfico per se, además de otras clases de inseguridad y violencia que forman parte del diario devenir en nuestro México.

jmto231967@gmail

 

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