El politólogo, Francis Fukuyama, habla de “decadencia política” para referirse al momento en que un régimen político se vuelve incapaz de atender los reclamos de la sociedad. También se puede aplicar este concepto a instituciones en particular. 

Podría sostenerse con argumentos, que los partidos políticos han arribado a una etapa de decadencia. Desde hace tiempo no son capaces de representar los intereses de la ciudadanía. Por ello, han perdido paulatinamente el aprecio de franjas enormes de la población.

Las elecciones de 2024, constituyen una excelente oportunidad para que, al menos los partidos de oposición, puedan recuperar parte de su credibilidad y frenar un proceso decadente. Pero, para ello, deben ser sensibles al arribo a la escena política del gran gigante que despertó el año pasado: la sociedad civil organizada.

Fueron los ciudadanos los que llamaron a conformar una coalición opositora de gran calado en 2021, para restablecer equilibrios democráticos y fue también la sociedad civil la que organizó las movilizaciones de noviembre del 2022 y febrero del 2023, para preservar la confiabilidad del sistema electoral.

De esta forma, el momento demanda la construcción de un nuevo acuerdo para reconciliar el más estrecho mundo de los partidos con el amplio universo de la sociedad civil. Este acuerdo presupone, en primer lugar, un acto de contrición por parte de los partidos políticos. Reconocer abiertamente que han cometido errores nada insignificantes: de postular pésimos candidatos hasta organizar gobiernos corruptos. Ese acto de contrición resulta hoy inaplazable para la oposición partidaria.

Solicitar exámenes de conciencia no es una veleidad: el poeta Octavio Paz se los pidió a muchos intelectuales de izquierda tras conocerse las atrocidades cometidas por la Unión Soviética, que ellos habían respaldado. 

En segundo lugar, se requiere de un compromiso coyuntural pero estratégico. Es momento de que los partidos abran al menos la mitad de todas sus candidaturas en las elecciones de 2024 a personas sin militancia partidaria, pero con amplio reconocimiento por su activismo al frente de causas socialmente relevantes y con integridad personal incuestionable. Esto tiene que ocurrir no sólo para la Presidencia de la República, sino para Senadurías, Gubernaturas, Diputaciones Federales y Locales, Alcaldías y Regidurías. Es vital que las reglas para acceder a las candidaturas no sean en realidad obstáculos imposibles de superar para ciudadanos interesados y con merecimientos, pero que carecen de una estructura de operación política o de recursos ilimitados.

Sin estos dos elementos -un acto de contrición por parte de los partidos y apertura amplia a candidaturas a la sociedad civil- será casi imposible derrotar a las fuerzas del oficialismo. A los partidos opositores, sean tres o cuatro, solos no les alcanza. 

Esto sería una tragedia, pues se clausuraría un futuro promisorio para México. La pelota está del lado de los partidos y sus dirigencias. Esperemos que sepan estar a la altura del momento histórico para el País. Mucho estará en juego en 2024.

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