Estudiaba ingeniería en la Ibero México cuando leí el libro de Rolando Cordera: “La Disputa por la Nación (Cordera y Tello, 1981)” cuando iniciaba el debate sobre el modelo económico que tendría nuestro País en un escenario inminente de globalización. Al final, ya a mediados de la década de los ochenta, el PRI con Miguel de la Madrid optó por la apertura comercial. La izquierda logró plantear en 1988 con el Frente Democrático Nacional (que perdería en medio de un gran fraude orquestado por Bartlett, el consentido de AMLO) una alternativa. Pero ya en 1994 con Salinas, iniciábamos el periodo neo liberal con la firma del Tratado de Libre Comercio.
Leí ahora “La perenne desigualdad”, recomendado por mi amigo Delfino Vargas un gran investigador social que hace equipo en la UNAM con Cordera. El libro es una fuerte afirmación de que la desigualdad es connatural a México. Critica la narrativa histórica que minimiza los conflictos, la lucha del poder y las resistencias que se dieron en los ochenta para que ingresáramos al periodo neo liberal. Soy de los que piensa que, si hubiéramos ganado el FDN esas elecciones, de todos modos, deberíamos haber planteado algún grado de acuerdo –quizá más equitativo-, con los Estados Unidos y Canadá.
En esta mirada sistémica que hace Cordera, afirma que la desigualdad no se debe aceptar como destino fatal, sino que es posible revertirla progresivamente y que el Estado no debe renunciar a su primera obligación que es la redistribución, pues es la única estructura social capaz de darle sentido a la globalización, “nacionalizándola a favor de México”. En esto, de acuerdo: la desigualdad es el origen de la violencia. Pero considero que ésta, ha crecido con este gobierno federal que, al tener ya de aliado al ejército y al mismo narcotráfico, renunció a su segunda obligación: darnos paz.
Un aspecto que es discutible, es la afirmación de Cordera de que es urgente reformar las Reformas neoliberales, para iniciar la Reforma del Estado para transformarlo en un Estado Social. Desde allí, tiene sentido la progresiva participación de PEMEX y CFE en la producción, pero no en asumir sus pérdidas financieras. En otra parte del texto, Cordera afirma que es urgente establecer el Derecho al Desarrollo, como algo indispensable para el mejoramiento sostenido de las mayorías pobres, pero que debe acompañarse siempre del aprendizaje democrático. Y esto, AMLO lo buscó, pero solo para crear clientelas corporativas y asegurar que su partido hegemónico se mantuviera por décadas en el poder.
Coincido en una idea eje del libro (y que no comparte AMLO): el Desarrollo sólo es concebible como una combinación dinámica de crecimiento económico y de redistribución social de ingresos, capacidades y derechos, pues AMLO afirma subjetivamente que, con él, el pueblo es “feliz” aunque “el crecimiento del PIB” sea mínimo.
Inició ya la campaña electoral para que Claudia Sheinbaum gobierne hasta el 2030 y lo logrará, frente a una enana oposición carente de propuestas y llena de revanchas. Esa lucha por el poder, en el fondo, siempre es por imponer una verdad, un “sistema de ideas”, una idea mundo sobre las otras visiones. El poder crea la verdad y construye la manera de interpretar esa verdad, como hoy lo hace el Presidente AMLO. “Por el bien de todos, primero los pobres”, era la premisa de ése sistema de ideas (y tenía toda la razón), para evitar que el País de la perenne desigualdad, explotase.
El libro de Cordera documenta el proceso de creación de la desigualdad histórica en nuestro país. “México es un país fragmentado y desigual”, y nos señala que los mexicanos del siglo XXI son en su gran mayoría vulnerables, que sufren algún tipo de pobreza y que no tienen garantizado el acceso a bienes públicos fundamentales; que reina la inseguridad de todos frente a todo en tanto no hagamos un País más justo; y que la pérdida de expectativas de los jóvenes se refleja en una creciente desesperanza e indiferencia. En resumen, que la desigualdad se ha vuelto perenne porque se sostiene en la idea de que es el esfuerzo individual y no el colectivo, la única premisa que explica el logro económico. Pero yo añadiría, que esto solo se logra si construimos todos, no solo los pobres, un proyecto de nación colectivo, donde todos quepan y reduzcamos la desigualdad perenne.