La tala de árboles sanos, maduros y frondosos en los márgenes del principal río urbano que atraviesa León, mi ciudad, me hunde -como a cientos de mis conciudadanos- en la molestia, la incredulidad y la frustración.
Acá le llamamos “Malecón del Río” a un afluente del Río Turbio y a su vez del Río Lerma que atraviesa la ciudad de norte a sur. Casi todo el año es un río sin agua. La vegetación de algún día tuvo en sus márgenes se ha extinguido a golpe de abrir vialidades para autos y revestir totalmente el cauce.
“Sienten el calor y no se inmutan”, “Ven la tempestad y no se hincan”, podríamos decirles a nuestros gobernantes del partido PAN que ha gobernado la ciudad por más de 30 años. Ojalá entendieran este dicho católico, pero no creo.
Porque no se trata de una alcaldesa contrita que sube un video en Twitter para decir que “quienes me conocen saben que siempre ha defendido la vida”.
Se trata ante todo de una forma de planear la ciudad (que sirve para presumir cada que hay ocasión en que tenemos “el primer instituto de planeación urbana del país” el cual, a su vez, es la institución útil para validar inversiones públicas basadas en el auto o la vivienda periférica, para dar visto bueno a la ocupación de zonas de valor ambiental o de recarga de acuíferos con desarrollos de alto precio inmobiliario), de afrontar los retos de gestión como el transporte público o el agua y de ejecutar “los grandes proyectos” de inversión pública en la ciudad.
Desde que se supo de la tala de árboles ejecutada la madrugada del viernes 23 de junio he escuchado dos ideas muy comunes en otros casos pero esencialmente falsas en este:
1.-Que la obra requería derribar árboles sanos es o era necesaria para darle agilidad a la vialidad.
El tramo donde se talaron los árboles de mayor talla y fronda estaban en la parte inferior del malecón por donde no circulan autos y donde la sección no permite crear dos carriles de circulación continua, ni siquiera uno, probablemente. En la parte superior de ése mismo tramo, el Malecón ya tiene 3 carriles en dicho sentido (es una ampliación que realizó la priísta Bárbara Botello el único trienio que no ha gobernado el PAN) y es de los tramos de menor congestión porque la parte crítica queda atrás para los que van en el mismo sentido pero con miras a incorporarse a López Mateos.
Además, por el Malecón prácticamente no circulan rutas de transporte público, por lo cual las inversiones que en él se ejecutan son básicamente para beneficio de la circulación de autos particulares.
2) Que la reacción de los leoneses ante la noticia de la tala de árboles se debe a un error de comunicación o de manejo de la vocería del Municipio.
Difiero de este análisis porque nos desenfoca del verdadero problema: que Obras Públicas -entre otras dependencias- actúan como si no hubiera cambio climático, aprueban y ejecutan obras a contracorriente de todas la recomendaciones de diseño para incorporar la naturaleza, para priorizar la movilidad sustentable o mínimo para revisar las consecuencia de seguir sellando con concreto todo rincón para el que nos alcance el dinero público.
“Es un proyecto que teníamos desde 2019–2020 de modernización y mejoramiento de la infraestructura del Malecón del Río” declaró el director de Obra Pública Municipal Israel Martínez.
Y sí, ahí muy cerca tenemos las señas de cómo Obra Pública concibe y da seguimiento a sus intervenciones. Lo voy a mostrar con fotos.
Cuerpo norte, Malecón al cruce con Prolongación Calzada en dirección a Plaza Mayor, es decir, pasando la gasolinera de la Shell.
Claramente la alcaldesa no camina por el Malecón [¿el resto de las y los ediles de nuestro Ayuntamiento lo hará?] y cuando recorre esta vialidad desde su vehículo no alcanza a notar que la forestación derivada de “la modernización” fracasa en corto tiempo debido a la falta de atención.
Quizá por eso resulte tan fácil -y banal- declarar que instruyó que se planten o siembren 2,500 u 11,000 árboles más de los que estuvieran obligados. Mientras más sean los que se compren será más fácil perder la supuesta ubicación que se les de y ¿quién podrá reclamar o probar su escasa tasa de sobrevivencia?. Esa estrategia se la conocimos al exalcalde Sheffield cuando en su trienio prometió y mandó comprar 100,000 árboles sin que llegáramos a saber cuál zona de León se transformó con tan monumental masa verde.
Resulta fácil imaginar que en las bitácoras de obras del Malecón se consigne que se “reforestó” con plantación de jardinería desértica, que seguramente no requieren agua y son tan espinosas que nadie querrá tocar o acercarse. No les pega el muérdago y tienen buen precio por lo que también habrá viveristas beneficiados.
El problema con la tala realizada por contratistas de Obras Públicas es que la alcaldesa en sus declaraciones personales y en los comunicados oficiales establece que “fue incorrecta la forma de realizar la remoción de los árboles” pero esencialmente valida la tala o trasplante porque hay “una necesidad” de la obra a ejecutar.
Esto resulta ejemplarizante para muchos ciudadanos que sin mayor racionalidad o búsqueda de soluciones sustentables y duraderas para convivir con la naturaleza en las ciudades, ven reforzados argumentos como: hay que mochar árboles porque tocan los cables y se causan fallas eléctricas; se vale quitar un árbol para dar visibilidad a los negocios que generan empleos; podemos compensar el dejar árboles en sus troncos porque las ramas “tiran basura” y eso fatiga mucho; o la más irrebatible: que los árboles causan inseguridad porque los ladrones pueden trepar y cosas así.
Estas ideas no resisten mayor análisis, pero seguramente hay gente convencida de que son verdaderas y válidas y con ellas “voy derecho y no me quito”, como dice otro dicho popular.