Sorpresivamente, la oposición despierta de la catalepsia y por fin logra colocar un tema en la conversación nacional: “La convocatoria para seleccionar el candidato(a) del Frente Amplio por México”. Pero en realidad, la sorpresa la está generando la panista, no panista, Xóchitl Gálvez, quien entrevistada en Café Milenio se declara de izquierda, y parece lopezobradorista en su visión social.

Su irrupción inesperada en la arena política para presidir el Frente dio al traste con los oscuros arreglos entre Markito y el pavoroso Alito, que ya tenían muy amarrados Coahuila y el Estado de México para el PRI; para el PAN, Santiago Taboada para la CDMX, y Santiago Creel para la Presidencia de la República. La senadora no pintaba.  

Cabe hacer notar que Creel será el adversario del establishment a vencer.  Es el preferido dentro del PAN; aunque Xóchitl está apoyada por los hombres del dinero, representados por Claudio X. Recordemos que fue este el que convocó a los partidos para la alianza. Está claro que la senadora tiene que ganar con votos externos, no de partidos, algo así como en su momento hizo Fox al rebasar a las estructuras panistas y, con el apoyo social, apoderarse de la candidatura, pese a la dirigencia. En redes sociales ya se habla de la “Xochitlmanía”. 

Con estilo desparpajado, malhablada, ataviada con su tradicional huipil indígena, Xóchitl no tiene empacho en aceptar que fumó mota y también probó peyote. ¡Imagine usted este ecléctico personaje ante las buenas conciencias del PAN…! Fox dice que es “su hechura” y se frota las manos y acicala el bigote, imaginando que, ya sea con Creel, o Xóchitl, le reverdecerán viejos laureles. Por lo tanto, la senadora tendrá que tomar distancia del hombre de botas y no tratar de emularlo, porque perdería autenticidad y le restaría adeptos. Marx decía que la historia se repite dos veces: una como tragedia y la segunda como una farsa.  

Durante la inscripción para presidir el Frente Amplio, Santiago Creel actuó como todo un histrión: lloró y, con voz trémula, echó bravuconadas de cantina, y espetó: “desgraciado Presidente”. En síntesis,  perdió su estilo “Todo Palacio”, fue una mala faramalla propia de actor de reparto. Se siente impoluto, con supremacía moral, pronto olvidó sus omisiones como secretario de Gobernación con las corruptelas de García Luna en la AFI, y sus complicidades en el enjuague de los permisos de casinos… Ahora, en realidad, llora porque sabe que sus antiguos patrones de la oligarquía lo han abandonado. 

Los grandes empresarios están utilizando a Xóchitl como tabla de salvación; aunque, si esta gana, podrían sufrir el mismo revés que padecieron los notables que invitaron a Maximiliano como emperador de México. Estos pensaron que invitaban a un conservador y pronto recuperarían sus fueros y privilegios perdidos: derogaría la Constitución de 1857, las Leyes de Reforma, devolvería al papa los bienes expropiados de la Iglesia y sería servil con los terratenientes. Pero, ¡oh, sorpresa! el emperador era liberal y masón; así las cosas, despachó al nuncio (embajador) papal con cajas destempladas, porque le negó cualquier posibilidad de echar abajo la Constitución Liberal del 57, las Leyes de Reforma y, menos aún, devolver al papa los bienes expropiados a la Iglesia… 
Con Xóchitl esto mismo les puede suceder a los conservadores, porque su fenotipo y genotipo están muy lejos de los de una conservadora persignada, su manera de pensar y actuar es progresista. Recordemos que Fox, un panista a conveniencia, cuando llegó al poder, lo primero que dijo fue: “Gobernaré sin el PAN…” y se sacudió al partido y a muchos de los que le habían apoyado.

Ante el fenómeno de la Xóchitlmanía, la conciencia ética obliga a formular una pregunta: ¿Los ciudadanos libres deberían de votar por la popularidad, o por la capacidad del candidato para presidente de México? Un gobierno de coalición es una torre de Babel, sería el refugio de políticos como Alito y Markito y el marxista Zambrano, entre otras rémoras. Por desgracia, Xóchitl tiene popularidad pero no experiencia ni visión de Estado, no está calada, solo ha gobernado una delegación de 400 mil habitantes; aunque ella pudiera ser la figura mediática y Gurría el responsable del proyecto sustantivo, ideológico-económico, de la derecha empresarial que se presentará como alternativa a la 4T del Presidente.

Xóchitl tiene narrativa propia, encaja en cualquier perfil, conoce la pobreza y podría realinear no solo a los sectores antilopezobradoristas de la sociedad no partidista, sino también a los votantes morenistas claudicantes. Pero enfrentar al Presidente más popular que ha tenido México no será tarea fácil; tampoco ir a contrapelo de 24 gobernadores morenistas; y además no será fácil cargar con el descrédito de los partidos de la Alianza y la mala fama de sus dirigentes… 

Si Xóchitl, que de panista tiene poco o nada, quiere ganar la contienda, tiene que rebasar al PAN por la izquierda, con votos externos, por la derecha no ganaría el liderazgo del Frente, menos aún logrará sentarse en la Silla del Águila.

 

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