Israel es el país más innovador del mundo. Se le conoce, nada más y nada menos, como el Silicon Valley de Oriente, pues cuenta con una de las tecnologías más avanzadas del planeta. Invierte cientos de millones de dólares en innovación y se ha convertido, en tan solo 30 años, en uno de los países más ricos del mundo al gozar de un ingreso per cápita de 52,000 dólares, ligeramente superior a Alemania con 51,000, Reino Unido 46,000 y Francia con 43,000, sin olvidar a México con sus 10,000. Después de Estados Unidos y de China, Israel es el país que tiene más empresas registradas en el NASDAQ, la segunda bolsa de valores más grande de la Unión Americana. Israel destina el 5 % del PIB a investigación y desarrollo por encima de EEUU y de Corea del Sur. La mayoría de las empresas israelitas están orientadas a los grandes mercados mundiales.
En 1984, cuando Simón Pérez llegó por primera vez al poder en su carácter de primer ministro, Israel era una economía bananera orientada al socialismo. Se trataba de un gobierno intervencionista similar a cualquier país latinoamericano. El desastre económico era monumental, con una inflación del 400 %, (parecida a la que hoy en día padece Venezuela), es decir, se encontró con la mayor inestabilidad económica de su historia, en el entendido que el PIB era de la mitad del de Alemania y Francia. De inmediato dio un giro de 180 grados, al concederle la autonomía al banco central, cancelar la impresión irresponsable de dinero y privatizar empresas públicas para convertir en superávit el terrible déficit público.
Los resultados no se hicieron esperar, pues la inflación se desplomó al 2 % y la economía creció al 5 % en el corto plazo. Invitaron a los mejores científicos y a las empresas más avanzadas de occidente para impulsar planes gigantescos. La prosperidad y el verdadero bienestar llegaron a Israel.
En 1991 innumerables proyectos potenciales quebraban por falta de capital, por lo que el gobierno, con el ánimo de crear un ambiente de confianza, fundó Yozma, un fondo de capital de riesgo financiado con dinero público, sin corrupción y con eficiencia, en busca de un liderazgo tecnológico e industrial de dimensiones mundiales. Como el gobierno carecía de experiencia en semejante complejidad financiera, trabó una alianza con los expertos internacionales para garantizarse el éxito, de modo que, de cada dólar invertido en los fondos, Israel pondría 80 centavos y retendría el 40 % de la propiedad. Una vez coronado el proyecto con éxito, los empresarios involucrados comprarían al gobierno dicho 40 % con una tasa de interés pactada de antemano para facilitar las transacciones en el contexto de una indudable certeza jurídica y transparencia en las operaciones. Con el paso del tiempo el programa Yozma llegó a tener un 0 % de impacto en las finanzas públicas que se vieron fortalecidas con una avalancha de divisas que detonaron la expansión económica y social del país.
Israel, un país desértico que surte de productos agrícolas a Europa en razón de una avanzada tecnología biotecnológica y, aunque parezca increíble, exporta agua a algunos de sus vecinos que no constituyen una amenaza militar, genera 600 millones de metros cúbicos al año, con los que surte a la población, a la industria, al comercio y al campo. ¿Más? ¡Sí! El gobierno dedicó 30 % de su presupuesto a la agricultura y otro 30 % a la educación y es la nación de los startups, empresas de nueva creación que al emplear nuevas tecnologías tienen grandes posibilidades de crecimiento acelerado de gran impacto social.
Ahora bien, ¿López Obrador conocerá el significado de una nación de startups, y la trascendencia de crear un fondo de capital de riesgo financiando con recursos públicos? Si supiera la importancia de la ciencia y de la tecnología jamás hubiera ordenado la destrucción del CONACYT ni del sistema educativo nacional ni habría abandonado a su suerte a las PYMES durante la pandemia, con lo cual creó 5 millones más de pobres. Mientras Israel destina 30 % de su presupuesto a la agricultura, AMLO desaparece la Financiera Nacional de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero.
Usted, amable lector, ¿podría imaginar una conversación entre Shimon Peres y López Obrador, sobre todo cuando éste último afirmó: “por el bien de todos, primero los pobres”?