La cumbre del 18 de julio de casi 60 jefes de estado de la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Bélgica terminó con una declaración final ridícula, que ni exigió libertades fundamentales en Cuba, Venezuela y Nicaragua, ni produjo una condena enérgica de la invasión rusa de Ucrania.
Hubiera sido mucho más lógico para la Unión Europea, que había convocado esta cumbre por aumentar su influencia en América Latina, firmar acuerdos económicos sin una declaración final sobre cuestiones políticas. Lo que terminaron firmando es una burla a los compromisos europeos con la democracia y los derechos humanos.
En primer lugar, los presidentes europeos legitimaron las dictaduras latinoamericanas al dar una bienvenida de alfombra roja al dictador cubano Miguel Díaz-Canel, a la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, y al canciller nicaraguense Denis Moncada.
Las tres dictaduras habían sido condenadas al ostracismo por las principales democracias occidentales por sus violaciones a los derechos más básicos. El presidente español, Pedro Sánchez, dio una afectuosa bienvenida a la vicepresidenta de Venezuela, besándola en ambas mejillas, como si la visitante fuera la Madre Teresa.
La funcionaria venezolana había recibido un permiso de viaje especial, porque desde hace unos años tenía prohibida la entrada a la UE por sus violaciones de los derechos humanos. Irónicamente, solo unos días antes, el 12 de julio, el Parlamento Europeo había aprobado una resolución pidiendo que no se invitara a “regímenes autocráticos”.
La declaración final de 41 párrafos que salió de la cumbre contiene una larga lista de sorprendentes concesiones europeas en materia de democracia y libertades fundamentales.
La declaración exige explícitamente el fin del embargo comercial de Estados Unidos a Cuba, pero no exige libertades fundamentales en la isla, que no ha permitido elecciones libres en 64 años.
No dice ni una palabra sobre los más de 1.000 presos políticos que hay en Cuba. Cuba tiene el mayor número de presos políticos de las Américas, según el grupo de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch. La declaración final de la cumbre tampoco exige democracia ni el fin de los abusos contra los derechos humanos en Venezuela y Nicaragua.
Solo hay un vago compromiso de “reafirmar los valores compartidos” de democracia, derechos humanos y libertades fundamentales, sin referencia específica a ningún país. O sea, le permite a los dictadores de Venezuela y Nicaragua fingir que ese párrafo se refiere a Suiza.
La única referencia concreta a la crisis política de Venezuela, donde según las Naciones Unidas el régimen es responsable de más de 7.000 asesinatos políticos, es un párrafo según el cual “alentamos un diálogo constructivo entre las partes”. Ni una palabra sobre la represión gubernamental del régimen venezolano.
¿Y qué obtuvo la Unión Europea a cambio de este ejercicio de genuflexión política? Casi nada. En lugar de un compromiso de los países latinoamericanos de ayudar a Ucrania a defenderse, o de sumarse a las sanciones internacionales contra Rusia, la declaración final afirma que “expresamos nuestra profunda preocupación por la guerra contra Ucrania”, y que “apoyamos la necesidad de una paz justa y duradera”.
El texto ni siquiera menciona la palabra “Rusia”. Hasta el final de la cumbre, Nicaragua, Cuba y Venezuela habían exigido que el texto se refiriera a la guerra “en” y no “contra” Ucrania. Al final, Cuba y Venezuela aceptaron ese lenguaje a cambio de otras cláusulas a su favor, mientras que Nicaragua se negó a firmar la declaración final. La UE había convocado esta cumbre porque consideraba que Europa estaba perdiendo influencia en América latina. Hacía ocho años que no se celebraba una cumbre UE-CELAC.
En la cumbre, la UE anunció un “nuevo comienzo” en los lazos entre ambas regiones, y se comprometió a invertir 45.000 millones de dólares en acuerdos de cooperación económica, en gran parte destinados a proyectos de energías limpias.
La UE y la CELAC también acordaron celebrar cumbres cada dos años para avanzar en sus objetivos comunes. Es muy loable que Europa intente reforzar sus lazos con América Latina.
Pero podría haber terminado esta cumbre con acuerdos económicos, sin una declaración final que pone en ridículo sus propias políticas de apoyo a la democracia y los derechos humanos.