Olvidar, ya parece una mala costumbre… A nuestros gobernantes de Guanajuato les pasó de noche el aniversario luctuoso de la muerte de Juárez, de Obregón, de Villa y Zapata, en este mes de julio.
En la entidad, hemos tenido años de oscuridad histórica a la sombra del conservadurismo; excepto por honrosas excepciones que, en su momento, homenajearon a Juárez e hicieron finos trazos referenciales a su legado histórico. Por su parte, todos recordarán cuando Carlos Medina, con los ojos en blanco, exaltó a Iturbide con un ¡Viva el emperador!, dejando así clara su proclividad monárquica y su asquito por la República.
Dos mil millones de pesos de ese entonces dilapidó Oliva para construir el escenario para proyectarse a nivel nacional y poderse imaginar precandidato a la Presidencia. Para esto construyó la Expo Bicentenario, un “elefante blanco” que sirvió y sirve para nada, solo un gasto inútil de 30 millones al año. En su momento se dijo que el leitmotiv de la faraónica obra era conmemorar a los héroes de la Independencia y Revolución mexicana, aunque ya existieran los lugares originales históricos en nuestro estado.
Pero lo que es increíble, fue el pacazo de 40 millones de pesos que se dice pagaron por la estatua de la “Victoria alada”; aunque don Eugenio Trueba, miembro del patronato, aclaró que nunca se había autorizado. Ahora la estatua yace deteriorada y arrumbada.
Pero sucedió justamente lo contrario de lo que decían conmemorar: El mero día de la inauguración, que coincidía con el aniversario luctuoso de la muerte de Obregón, el Gobernador, el secretario de Educación y organizadores olvidaron el aniversario luctuoso del caudillo.
Pero todo este olvido e indiferencia histórica de parte de los gobiernos conservadores de Guanajuato, no son más que desencuentros deliberados. El rechazo de algunos dirigentes del PAN al generoso proyecto de la Revolución Mexicana los privó de cualquier dimensión heroica. Esta es la razón por la cual algunos gobernantes albiazules hablan de construir la otra historia… La visión confesional de algunos políticos yunquistas, que no distinguen entre el Estado mexicano y el reino de Dios en los cielos, los hace refractarios y alérgicos a los héroes revolucionarios y, sobre todo, a los liberales que restauraron la República y derrotaron a los conservadores.
En este mundo globalizado es indispensable estar consciente de quiénes somos y de dónde provenimos. Para esto es necesario evocar las costumbres, los valores, las tradiciones y los héroes que encabezan el gran relato de los orígenes, que da la identidad y cohesión a un pueblo.
El Estado mexicano necesita de héroes para la religión de la Patria, como la Iglesia jerárquica necesita de los santitos y santones para los altares de la Iglesia.
La Patria no sería la misma sin su águila devorando a una serpiente, o sin el cuadro de su Guadalupana, sin Hidalgo, Morelos, Juárez, Zapata o Villa… porque no es la religión, la etnia, el idioma, la geografía, lo que reúne las fuerzas fundadoras y básicas para mantener la solidaridad y cohesión de un pueblo: el aglutinante son los símbolos que viven en el inconsciente colectivo, como el mito, la historia, el relato y el recuerdo organizado de sus héroes y batallas. Los héroes son héroes porque se levantan sobre el tiempo que sepulta al hombre.
La dominación política implica una definición e interpretación histórica. No pueden ni deben los gobiernos permanecer ajenos a la historia y excluidos del gran relato, para rehuir el pasado y recluirse en el gueto de sus convicciones. El ex gobernador Oliva hablaba de reescribir y enseñar la verdadera historia. Así las cosas, tal vez se refería a quitar del Monumento a la Revolución y del Congreso las inscripciones en letras de oro del ex presidente Álvaro Obregón, para colocar ahí a León Toral y a la madre Conchita y escribir así la nueva historia a la que se refería…
En Guanajuato el discurso oficial está carente de simbolismo, vano de héroes, mudo de batallas, huérfano de glorias, no hay mártires ni apóstoles. Si a los conservadores no les conmueven los héroes liberales, tendrían la opción de escoger entre Moctezuma o Cortés; Hidalgo o Calleja; Vicente Guerrero o el emperador Iturbide (el preferido de Carlos Medina); José Ma. Luis Mora o Lucas Alamán; Juárez o Maximiliano; Madero o Huerta; Zapata o su asesino Guajardo, y Obregón o León Toral. En fin, hay de dónde escoger. La clave está en la memoria, el mito y la historia, en el recuerdo organizado… Con el olvido deliberado nunca escribirán “la otra historia…”
Un gobierno que permanece ajeno a la historia, excluido del significado del “gran relato”, carente de simbolismo y héroes, encarna lo efímero, lo fugaz; incapaz de crear sus propios héroes y monumentos, está destinado al olvido, porque será incapaz de levantarse sobre el tiempo que sepulta al hombre…
Mientras tanto, en Guanajuato los auténticos lugares de la historia, cargados de dramatismo, con sus mensajes graves y cifrados, parecen desfallecer ante la indiferencia de las autoridades que los han condenado al olvido.