Los llama corcholatas. Tapones desechables. Monedas de hojalata destinadas al basurero. Ellos aceptan el mote del desprecio. Se llaman a sí mismos corcholatas, esperando, supongo, al destapador que los libere o que los deseche. Por lo pronto, se pasean por el país sellados a la boca de una botella. El desfile al que se les ha invitado es un absurdo. Buscan ganar la candidatura presidencial, pero no pueden decirlo. Se les ha prohibido expresar lo que piensan, no deben polemizar entre ellos, no pueden bosquejar un proyecto político. No es extraño que la gente busque otros entretenimientos. Hay muy poco en el frente oficialista que merezca atención. Bailes, disfraces, desmedidos piropos al caudillo, promesas de continuismo.
El proceso es un concurso de imitadores. Jugar el deporte favorito del presidente, ser su preferida, llevar años de conocerlo, haber trabajado durante años con él. Esas son las cartas que presumen los aspirantes. A Claudia Sheinbaum la hemos escuchado hablando en tabasqueño, mientras el tabasqueño se viste de beisbolista. Lo poco que ha sido comentado en estas semanas son los extremos a los que puede llegar la adulación. Si algo podemos constatar es la incapacidad de los relevos para pensar por sí mismos, su temor de apartarse un milímetro de las cantaletas diarias. No hay autonomía de pensamiento en ese flanco de la política mexicana. Profundizar lo que se ha hecho en estos meses, continuar las magnas obras, proteger el legado del fundador. Prefiero ser nada que distanciarme del Señorpresidente, dijo una de las corcholatas menos visibles. Anularse, desaparecer, antes que pecar de independencia. Pensar por sí mismo es un riesgo que ninguna de las corcholatas piensa correr. Cada uno de ellos recorre el país para repetir los mandamientos y reiterar los insultos del guía. El libreto no es muy complejo y todos lo siguen disciplinadamente. Marcelo Ebrard llegó al extremo de sugerir la implantación de un adoratorio en el seno mismo de la administración, si él resultaba el ungido. En el gabinete, una secretaría del interior, otra para las finanzas y una nueva cartera para rendirle homenaje al gobierno anterior. Y, ¿por qué no, que sea el hijo del patrón, quien se dedique al estudio, la promoción y la defensa de eso que insisten en llamar “Cuarta Transformación”?
Los tapones no pueden moverse. ¿Quién estaría interesado en seguir a copistas sin gracia ni naturalidad? La campaña morenista no solamente es una simulación, es una aburrición. Giras para aparentar simpatía, frescura y cercanía. Palabras para repetir lo que estamos hartos de escuchar. Pero hay indicaciones de lo que significa el continuismo: complicidad con las barbaridades de esta administración. A Claudia Sheinbaum la hemos escuchado defender la criminal política sanitaria del gobierno de López Obrador, repetir las mentiras de su arquitecto e insistir en la descalificación moral de quienes señalan las consecuencias de la inepta gestión de la pandemia. Ofendida ante la insinuación de la crítica, la puntera repite líneas insostenibles del discurso oficial. La mujer que ofrece rigor de científica como su marca de distinción, abraza íntegramente la retórica del régimen para encubrir la política que hizo de México uno de los peores países en lidiar con la pandemia. Nadie se quedó sin una cama, repitió Sheinbaum, haciendo suya la ceguera de los “otros datos”.
La puntera no se desmarca porque entiende bien la función que cumple en este circo. De lo que se trata es de halagar al presidente, repetir sus consignas, vestirse con sus antipatías, reproducir sus odios. No me voy a desmarcar de la política de salud del presidente López Obrador. No desmarcarse de esta política es ser cómplice de una política criminal. Y mientras las corcholatas viajan para no proponer nada nuevo, mientras compiten por el trofeo de la adulación, MORENA incluye a Hugo López Gatell en el grupo que habrá de elaborar su proyecto de gobierno. Hugo López Gatell, responsable de la catastrófica política de salud del país ha sido invitado a redactar el “proyecto de nación” de MORENA. Los corchos de botella, por supuesto, no han dicho nada al respecto. A mí me resulta indignante. Con ese nombramiento, el partido gobernante orina en la tumba de miles de muertos.