Cuando la historia oficial (con todo su poderío) se vuelca sobre la inteligencia del menor para agredirla, viciarla o violentarla, es nuestro deber levantar la voz. Nunca he creído en las culpas absolutas, de modo que, ¿dónde termina la responsabilidad del gobierno manipulador y tramposo movido por intereses inconfesables y comienza la de los padres de familia, sus asociaciones, los cientos de miles de maestros complacientes y las academias y universidades dedicadas a impartir la educación de calidad consagrada en el artículo 3 de nuestra Constitución?
¿Por qué cada gobierno impone su propia historia oficial? ¿A quién creerle? ¿Por qué el engaño a la parte más noble, generosa y sensible de la nación, como, sin duda, lo es la infancia? ¿Por qué convertirnos no sólo en un país de reprobados, sino de idiotas, por las falsedades, ocultamientos dolosos y perversiones contenidas en los actuales Libros de Texto Gratuito, redactados en lo oscurito por los actuales emisarios del pasado? Los padres están obligados a saber lo que les enseñan a sus hijos en la escuela, de la misma manera en que los maestros deben capacitarse para romper la cadena de embustes, omisiones, manipulaciones diseñadas para sucumbir en el atraso, en la resignación y en la pobreza.
A partir del gobierno de López Mateos, el creador de los libros de texto, casi cada presidente (no todos) mandaron escribir la historia de acuerdo a sus convicciones personales, a sus intereses políticos, pero ninguno como AMLO intentó confundir y extraviar a la niñez para “formar” niños idiotas y posteriormente adultos sepultados en la pobreza para comprar su voluntad electoral con un puñado de pesos provenientes de los ahorros de la nación.
Afortunadamente las asociaciones de padres de familia y el Poder Judicial empiezan a oponerse al contenido de los libros, tal y como ya acontece en el estado de Guanajuato. La protesta debe tener alcances nacionales ya que solo se trata de nuestros hijos. ¿A dónde vamos con un gobierno que no respetó los procesos jurídicos ni los pedagógicos para la elaboración de los LTG, que se niega a publicar los planes de estudio en términos de la Ley General de Educación y que, además, reserva la información sobre asambleas llevadas a cabo para elaborarlos?
Nuestros niños no tendrán clases de matemáticas en un mundo dominado por alta tecnología y la inteligencia artificial, sin olvidar que muchas escuelas en Europa dan clases de chino, adelantándose al futuro. ¿Un México con niños expertos en comunismo? ¿Eso deseamos? Los nuevos LTG, demandan el rechazo inmediato de toda, pero de toda la sociedad. A nuestros hijos no se les toca, salvo que la idea consista en elevar sus conocimientos y adecuarlos a la competitividad mundial y tecnológica propia del siglo XXI.
Si la educación es uno de los más elementales derechos humanos, entonces de no respetarse su instrucción, padres y maestros son cómplices de semejantes violaciones suicidas. Basta con salir a la calle para vernos obligados a aceptar que, en las escuelas mexicanas, sobre todo la mayoría de las públicas, se incuba la mediocridad. ¿Así queremos que sean nuestros niños el día de mañana que ya llegó, que ya es hoy, hoy mismo, en este preciso momento? ¿No evolucionaremos?
De acuerdo a lo anterior, nuestro país requiere de la creación de un organismo autónomo, como el Banco de México, el INE o el Inegi, integrado por auténticos maestros y pedagogos, expertos en todas las áreas del saber, para que se encargue, a través de una reforma constitucional, de redactar los libros, educar a la actual y a las futuras generaciones de estudiantes de acuerdo a las diversas técnicas pedagógicas de vanguardia con el objetivo de crear a los hombres ya las mujeres imprescindibles requeridas en los tiempos modernos y a la irrefutable realidad mundial.
Las escuelas públicas y privadas deben rechazar los próximos libros de texto gratuito y para ello deben recurrir a la unión masiva de asociaciones de padres de familia y al Poder Judicial, en donde ya existen precedentes a favor de la evolución educativa y de la sanidad del estudiantado. Debemos crear la Academia de la Educación. Cuando alguien resumió de tiempo atrás que Luis Echeverría había sido “el único criminal histórico de México”, por supuesto que López Obrador no había llegado lamentablemente al poder.