“Los políticos solo pueden tomar decisiones políticas, no económicas”. 
John Steele Gordon

En un momento en que la aviación comercial en México sufre enormes problemas, principalmente por la pérdida de la categoría 1 en seguridad aérea, lo menos que necesitábamos era una nueva aerolínea gubernamental. Mucho menos, una empresa manejada por el nuevo gran pulpo empresarial de nuestro país, el Ejército.

No es la primera vez que el gobierno ha sido dueño de aerolíneas. Tanto Mexicana de Aviación como Aeronaves de México, la predecesora de Aeroméxico, fueron propiedad del gobierno, pero las experiencias no resultaron positivas. Las empresas no solo registraban pérdidas, sino que eran subsidiadas por los contribuyentes. Los pobres, que no tenían posibilidades de viajar en avión, apoyaban con sus impuestos a los ricos en sus vuelos.

Entre los argumentos que se han empleado para apoyar la creación de una nueva aerolínea del Estado -el nombre Mexicana simplemente se compró-es que las utilidades se utilizarán para apoyar las finanzas de la Secretaría de la Defensa. Nadie ha hablado, sin embargo, de quién cubrirá las pérdidas, ni cómo se resolverán los conflictos de interés. La Sedena no solo manejará esta aerolínea, sino que está construyendo y operando varios aeropuertos, el AIFA entre ellos. El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México ha sido entregado a la Secretaría de Marina. Esto genera un arreglo monopólico que sería inaceptable en un país con real estado de derecho. Será inevitable que el Estado incurra en prácticas de competencia desleal que afecten a las aerolíneas privadas.

La aviación comercial es uno de los negocios más complicados del mundo. Se le atribuye al economista estadounidense Alan Greenspan, quien fue presidente de la Reserva Federal, la frase: “La única industria que una vez sumado todo arroja más pérdidas que ganancias en la historia es la aviación comercial”. La razón es que se trata de un negocio con fluctuaciones muy importantes en los flujos de pasajeros, pero en el que es muy difícil ampliar o disminuir la capacidad de los aviones. Los gobiernos se meten a este negocio porque tiene “visibilidad”; no es lo mismo tener una participación en una línea de autotransporte, que solo usa la gente humilde, que una en la aviación, que utiliza la minoría más rica. Los políticos, sin embargo, rara vez tienen la capacidad de tomar las impopulares decisiones que se requieren para mantener boyante una aerolínea.

La nueva Mexicana de Aviación no será la única aerolínea gubernamental en el mundo. Ahí está el caso de Aerolíneas Argentinas, propiedad del gobierno argentino. Esta tuvo en 2021 una pérdida de 348 millones de dólares que en 2022, un buen año para las aerolíneas, solo pudo disminuir a 247 millones de dólares. Incluso en 2019, antes de la pandemia, la pérdida fue de 667 millones de dólares. El problema no ha sido la pandemia, sino la ineficiencia de la empresa. El autor John Steele Gordon ha señalado que los gobiernos no pueden manejar empresas porque “los políticos necesitan encabezados, los ejecutivos utilidades”.

El presidente tomó una buena decisión en 2020, en medio de la pandemia, al no cerrar las puertas de México a los pasajeros internacionales. Eso no impidió, sin embargo, la quiebra de Aeroméxico, que tuvo que ser rescatada por Delta Airlines. Interjet desapareció, mientras que Volaris y VivaAerobús lograron sobrevivir la pandemia. Esa es la realidad del mercado. Pero hoy el gobierno ataca a las aerolíneas privadas al lanzar una que será subsidiada por los contribuyentes y que tendrá un trato especial en los aeropuertos. Es una fórmula ideal para debilitar a las aerolíneas privadas del país. 

Autoritarias

Para muestra, un botón. La nueva dirección naval del AICM ha ordenado a Aeroméxico dejar de operar en la Terminal 1, a pesar de la saturación de la T2. La medida busca abrir espacio a la nueva aerolínea militar en el AICM. Estas acciones autoritarias demuestran que no habrá competencia pareja. 

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