Vivimos tiempos que tienen episodios que no se puede creer. Presenciamos en nuestras calles, la muerte a puñaladas de Milagros Montserrat como muestra de la descomposición de nuestro tejido social y por otro, veo el creciente interés de la sociedad por las mascotas. 

Impresionante (y conste que considero ser amigo de los perritos): la industria de las mascotas representa un mercado enorme para los emprendedores, pues en la medida en que envejece la población y los matrimonios jóvenes cancelan o posponen la decisión de procrear hijos (muchos abuelos no alcanzarán a conocer nietos), se incrementa el fenómeno de la adopción de mascotas. Hay indicios de las razones por las que los consumidores optan por dedicar parte de sus ingresos y corazón al cuidado de sus mascotas y su tiempo y cuidados a ellas. Se gasta en cuidados veterinarios, hospital y guardería, cuidado del pelo, abrigos, casas para dormir, collares y correas, placas identificadoras, entre numerosos artículos que se ofrecen en tiendas y veterinarias; los quieren hasta sentar a las mesas de comida. En León, crece más la cultura sobre el trato animal, como el Reglamento para la protección de animales domésticos en el Municipio, que el de protección de los menores en vulnerabilidad o huérfanos. Solo en León se han concretado en 10 años, menos de 50 adopciones de niñas, niños y adolescentes. 

Estamos frente a un fenómeno social cada vez más común, las personas aman más a su “perrhijo” o a su “gatijo” eufemismos que hacen referencia a la consideración de la mascota, no solamente como un miembro más de la familia, sino inclusive, como el término lo indica, de un hijo que demanda atención especializada y presupuesto. De 2000 al 2010 el número de perros creció en 20 % en México y contrasta con la reducción de la tasa de natalidad, en más del 25 % en el mismo lapso. El número de mascotas crece tanto, que, en León, se estima que hay un perro o gato en el 60 % de los hogares de acuerdo al Inegi. En León operan entre 500 y 600 establecimientos para mascotas. 

De acuerdo al sondeo que he hecho a 250 leoneses, identificamos que 51 % de ellos reconoce tener una mascota. Entre los servicios que más requieren están los veterinarios (37 %) y los estéticos (28 %). Los encuestados manifiestan que paulatinamente dedican más tiempo a sus mascotas y que tienen como ventaja el que son “buenos compañeros”. A la pregunta de cuánto de su presupuesto dedican al mes a sus mascotas, el 33 % lo hace en un rango de entre 700 y 900 pesos mensuales. Pero preguntando si estaría dispuesto a adoptar a alguno de los 800 menores que viven en el estado de Guanajuato y que esperan ser adoptados, menos del 3 % dijo estar “al menos interesado” en esa posibilidad. 

Hace algún tiempo era impensable que sitios tradicionales como centros comerciales y hoteles permitieran el ingreso de animales; de hecho, era común que en sus puertas tuviesen letreros enormes que decían “prohibido el ingreso de mascotas”. Sin embargo, esto cambió. En estos años, tenemos un concepto nuevo y es el de Pet Friendly, pues es común que diferentes lugares como restaurantes, hoteles e incluso centros comerciales, lo adapten, pues supone que ese negocio, permite el ingreso de personas en compañía de sus perros y gatos. Estos lugares, por lo general, cuentan con áreas para que sus mascotas cuenten con todas las comodidades. Esos espacios básicamente brindan agua y facilitan la recolección de sus heces fecales (que, por cierto, podemos compostar como abono para jardines).  

Encuentro una tendencia que sostiene que estamos frente a un nuevo modelo de familia, -esa en la que un animal toma el lugar central del núcleo familiar y se convierte en algo así como el sustituto de un hijo-. Sí, como lo leen: las mascotas sustituyen a los hijos y son considerados “casi” como personas. Y no solo eso, los encuestados demuestran más interés en tener mascotas, que hijos; en invertir tiempo y dinero, más en animales, que en menores en desprotección. Cambios impresionantes, que reflejan patrones impensables en nuestra escala de valores. Todo, para meditarlo; como sociedad, ahora es más fácil y cómodo proteger a un animal que a un ser humano.

 

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