Al leer ese artículo, amigo lector, seguramente estará recordando el ¡medio siglo, ya! de la inundación que sufrimos, el sábado 18 de agosto de 1973 y siguientes días, alrededor de doscientas veinte mil personas que vivíamos en Irapuato y algunas más en sus alrededores. Tragedia colectiva, inimaginable. Casi imposible transmitir en papel y fotos el impacto anímico y moral que sufrimos al encontrarnos ante una muy probable muerte ahogados.
A lo largo de estos años, en pláticas informales y/o conferencias ante públicos nutridos y variados, en los espacios para preguntas y respuestas más de alguna persona me ha cuestionado sobre los términos que usé para la realización del libro que escribí titulado ‘LA CIUDAD SACRIFICADA’, casi al terminar la inundación, calificando como ‘exagerado’ lo que explicito. Ninguna persona, creo yo, ante la presencia de la muerte, podría explicar con palabras lo que sintió ante ese trance o paso a la otra vida. En la calle Allende, donde vivía ese año de 1973, el nivel del agua fue de alrededor de 1.85 mts. de altura, lo que significa que a una persona en la calle la hubiera cubierto totalmente. En la casa de dos pisos y en mi taller de arquitecto -ubicado en la casa del actual museo Salvador Almaraz-, su altura fue igual, lo que significa que faltó muy poco para que llegara hasta el nivel del piso de la planta alta. Este suceso se dio rápidamente, en pocas horas. Nadie podía predecir hasta que altura llegaría el agua y en cuanto tiempo. Ahora que relato esos momentos sé que la altura del agua fue cercana a los dos metros, pero en aquellas horas, viendo como el agua putrefacta, lodosa, maloliente, como con vida propia, iba subiendo rápidamente su nivel en la calle, e igual en el interior de la casa, ¿seguiría subiendo? ¿dos metros y medio? ¿Tres metros? ¿Cuatro? ¿Qué hacer? En la azotea, con un grupo de personas que se brincaron a nuestra casa por vivir en las suyas de un piso, armamos una especie de cabañitas con palos de escobas y cortinas de plástico de los baños, en previsión para que subiéramos a personas de la tercera edad y niños muy inquietos, dado el desconocimiento, obvio, de lo que seguiría.
Finalmente, como a las dos de la madrugada del domingo el agua continuó corriendo por la calle -como catarata, con gran velocidad y un ruido que taladraba los oídos, aunque su nivel permaneció como hasta las cinco o seis de la tarde del domingo 20. Ahora lo platico, pero si hubiera subido más el agua, estas experiencias no las habría escrito para usted.
Los números fríos pero elocuentes de lo causado por la inundación son los siguientes, tomando en cuenta que, lo más seguro es que soy la única persona viva que vivió la inundación, escribió un libro sobre ella y colaboró como voluntario en el INDECO, el Instituto Nacional para el Desarrollo de las Comunidades…enviado por el Licenciado Luis Echeverría Álvarez, entonces presidente de la república mexicana, para realizar las obras conducentes y rescatar a un Irapuato que por sí solo no hubiera podido sobrevivir. Dentro de esta dirección federal y con un grupo de amigos ingenieros y arquitectos, dividida la ciudad en siete llamados sectores, entre todos, cada uno en su sector, hicimos albergues para damnificados, para hombres y otros para mujeres y sus niños, letrinas para cada grupo, con comidas diarias, ropa, medicina, etc. Con cuadrillas de albañiles recorrimos los barrios y colonias; entre todos demolimos 2,500 casas que se encontraban en malas condiciones las que, sumadas a las 2,500 que cayeron por efecto directo de las aguas, sumaron 5,000 casas caídas en Irapuato. De las calles extrajimos 150,000 toneladas de escombro con camiones de volteo facilitados por autoridades y particulares, y más acciones muy difíciles de enumerarlas.
Por mi cuenta y en muy pocos ratos libres, manejando un jeep que teníamos en el sector IV, donde di mi servicio, salía sin rumbo conocido y por donde podía pasar con el jeep, al llegar a equis lugar preguntaba a los vecinos si algunos de ellos podían platicarme cómo pasó la inundación. Así, con el testimonio de una treintena de personas realicé el libro mencionado en el que todos los que en el participamos relatamos lo vivido, sin alterar, falsear, aumentar o disminuir lo sufrido por cada uno. Breve este relato que pudiera cubrir decenas y decenas de páginas, comento lo siguiente: en medio de este proceso y para darle más valor al libro que ya se encontraba en mi cabeza, me dirigí con un comandante de la XVI Zona Militar que había sido designado por las autoridades para que él se encargara de recoger los cadáveres de las personas ahogadas y colocarlas en fosas hechas en el panteón municipal para ellos. El número dado a mí fue de 2870 personas, Juzgue usted la tragedia. Hay más, muchas más anécdotas; lo que anoto aquí, así como los datos que proporciono son auténticos, veraces y sin ninguna alteración. Platico lo que vi, viví y recopilé. Finalmente, el libro que escribí de la inundación tengo algunas copias a las órdenes de quienes interese. Vaya mañana u hoy a Misa por los idos en esa tragedia, y gracias.
javiermartin37@gmail.com