Fue en agosto de 1998 (hace 25 años) que llevé a un grupo grande de estudiantes de la UTL (Universidad Tecnológica de León), en acuerdo con don Jorge Arena Torres Landa, al predio “Guanajuatito”, en el km. 9 de la carretera San Felipe, para una gran jornada de reforestación donde fue invitado el gobernador Fox. Se trataba de involucrar a los estudiantes del TSU en tecnología ambiental y de darle forma a la idea de constituir una asociación civil que promoviera el trabajo de protección y conservación de la Sierra de Lobos.

Por los alumnos de la primera generación de la maestría en Medio Ambiente que hacía poco abríamos en la Ibero León -y que recién terminaban sus estudios-, fuimos haciendo un círculo con la Profepa y el recién creado Instituto de Ecología del Estado. Con don Jorge vimos, además, la necesidad de vincularnos a instancias gubernamentales como la Conafor, para hacer un enorme proyecto ambiental en el “tinaco de León”, que es la sierra. Fueron ideas como el invernadero para recuperar las especies nativas como el pino mexicano, el sistema de presas, obtener fondos internacionales y, desde luego, la enorme inversión financiera que solo personas generosas y con capital como Jorge, podían congregar.

Era una fresca mañana de agosto, con el ambiente y tierra húmedos, que permitían que entraran suaves las palas como la que usó el Gobernador, quien plantó una buena cantidad de pinos. Vicente había aterrizado tempranito en su helicóptero en el predio amplio de Guanajuatito. Muchas cepas ya estaban hechas y, entre muchas personas e instituciones, reunimos una gran cantidad de árboles para sembrar. Lucero, una exalumna del Lux y estudiante de ambiental en UTL, era la encargada de abordar a Vicente para hablarle de nuestro programa de estudios y de la idea de construir una casa ecológica prototipo para esa zona.

Seguimos en los meses siguientes con la idea de darle forma a actividades de captación de fondos, de recorridos ecoturísticos y de investigación sobre las arbustivas nativas, que creamos Sistemas Ambientales Agua y Bosque AC, con 10 personas coincidentes en que el ciclo del agua se forma en la Sierra de Lobos y que aquí inicia el ciclo de agua. Nos opusimos desde entonces haciendo críticas con fundamento, de que el proyecto del Río Verde “estaba muy verde” (hoy Zapotillo) y destinado al fracaso, pues implicaría conflictos con Jalisco y gastos financieros descomunales, pues era la solución “egipcia” y que perderíamos décadas en la solución “israelita” de optimizar el agua y sembrarla en la sierra. Incrementamos las campañas de reforestación desde entonces, aunque los políticos y SAPAL no nos entendían. Jorge Arena visualizaba necesario adquirir espacios como cuencas para ir reforestando de “arriba a abajo” y en periodos de lluvias incrementar la infiltración al subsuelo, pues esa agua saldría tarde o temprano a León recargando el acuífero. Años después, ya con la Mesa de la Virgen, las áreas de reforestación se ampliaron y, por tanto, la captura de carbono y los “servicios ambientales”, con represas para bombear durante el estiaje a las decenas de miles de árboles sembrados.

Campamentos, cursos, senderos interpretativos, proyectos de germinación con especies nativas, control de muérdago, inventarios de aves, protección de la fauna como el puma que fotografiábamos por las noches, todo, para provocar más respuestas en personas e instituciones para convencerles de sembrar agua en la sierra. Vendrían años maravillosos. Con la UTL, con el CIATEC, con La Salle y la Meridiano, subieron cientos de grupos a poner su aporte. Empresas como BanBajío y la CICEG se sumaban a las campañas. Las licenciaturas en Ecoturismo, Química Ambiental, Energías Renovables y los estudiantes de posgrado en Medio Ambiente siempre acudían los fines de semana a “desmañanarse”, gozar los amaneceres y caminar y sembrar y participar.

El fin de semana pasado caminamos con uno de los hijos de Jorge, recordando los espacios naturales donde él sigue vivo en tantos árboles que dan más de 20 metros de altura y que lucharon con su genética para sobrevivir. Recorriendo cañadas y presas; repasando el método para que las raíces reconocieran el suelo y se internaran, fui sintiendo la humedad que respiran los enormes greguis, recuerdo tantos eventos y las charlas con el “gran reforestador”, el “hombre que sembraba árboles”. Hoy veo que era cierto lo que afirmaba hace 25 años: la Sierra de Lobos “es el tinaco de León” y esos arbolitos serían enormes para nuestros nietos y ellos serían la sustentabilidad para la ciudad. Hoy, hace 25 años, lo prometimos y los sueños se hacen realidad.

LALC

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