Lo conocí al cristalizar la transferencia de los miles de elementos policiacos de la extinción de la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD) del entonces Distrito Federal, a la Policía Judicial de la Procuraduría General de Justicia.
tSiendo Secretario Particular del entonces Primer Subprocurador, recibí la llamada del General Acosta Chaparro, muy reconocido en esa época (1983) para recomendarme al recién transferido agente Palacios, como un excelente investigador probado y que “me lo encargaba” por eficiente y lo aprovecháramos; se lo agradecí, apunté el nombre y después lo ubicaría adscrito a alguna comandancia.
Días posteriores lo mandé llamar a mi oficina para conocerlo y saludarlo. Se presentó ante mí, muy respetuoso y se esmeraba en mostrarse disciplinado y muy agradecido. Su tez blanca contrastaba con su mirada muy aguda y escudriñadora, con sus ojos color café oscuro más parecida y propia de la raza negra; miraba siempre fijo y de frente; no muy corpulento, pero macizo y musculoso; de estatura un poco más alta que la mía como de 1.74 mts.; siempre vestía una chamarra negra o de color oscuro que sobrepasara unos 10 o 15 cm debajo de la cintura. Con el tiempo fui conociendo otros atributos y características del agente Palacios, algunas muy propias de un buen policía investigador, tales como su capacidad de observación sobre detalles especiales que luego pasan desapercibidos a la mayoría; inteligencia y capacidad de análisis con cierta rapidez y precisión; tomar decisiones en situaciones de alto estrés; era no muy comunicativo y no le gustaba informar de manera amplia sobre sus casos, aunque sí era claro y conciso para con sus superiores, con tendencia a mantener silencio y callar; su actitud era siempre desafiante pero en situaciones difíciles era frío y calmado, muy paciente. Además entre las habilidades que pude constatar fue la de ser excelente tirador y con un sexto sentido para percibir al verdadero delincuente en sus interrogatorios, repitiendo cuando tenía razón mientras los demás teníamos duda sobre la autoría de algún criminal, señalaba: “ese es el bueno”, como sinónimo del responsable.
Primer caso
Pasaron unas semanas después de ese primer encuentro cuando se recibió la denuncia de un hecho criminal muy escandaloso relativo al asesinato de un sacerdote con cierto rango clerical de la República de El Salvador, de visita en México y hospedado en una habitación del Hotel Regis por la avenida Juárez, una zona muy conocida cerca de la Alameda Central; los medios informativos de la época le dieron una relevancia especial, aunque por recato y discreción no dieron los detalles específicos del hallazgo, sino solamente que había sido ahorcado; en la Procuraduría hubo conmoción y cierta presión para investigar ese crimen, tanto por la embajada del país del que era oriunda la víctima como de las esferas políticas; la titular de la dependencia giró instrucciones al Primer Subprocurador para investigar y resolver lo más pronto posible el caso y detener a los responsables.
En una junta que se tuvo con el director de la Policía Judicial, el director de Averiguaciones Previas y el director de Servicios Periciales sobre alguna sugerencia para la investigación, del Servicio Médico Forense se dio el reporte de que el cadáver después del ahorcamiento presentó cortes del miembro viril y de los testículos de la víctima, insertados posteriormente en su boca; por su parte el director de Averiguaciones Previas señaló que asignaría el caso a un Agente del Ministerio Público especializado en homicidios, aunque para esas fechas (1983) no se implementaban aún las Agencias del Ministerio Público especializadas en algunos delitos, como ahora existen; por su parte el entonces director de la Policía Judicial, un hombre muy frívolo, envidioso, de carácter voluble, improvisado en el cargo y sin experiencia, cuyo único mérito era ser muy buen amigo de la Procuradora, expresó que para él era un delito de homicidio más de los muchos que ocurrían en la ciudad y que no pensaba darle un carácter ni asignación especial y que lo atendería la comandancia que estuviera en turno.
Cuando terminó esa reunión el Subprocurador quedó muy preocupado y me comentó que no tenía confianza en los buenos resultados sobre el caso por la actitud del director de la Policía Judicial y que habría que buscar otra opción. Ahí recordé la presencia del agente Palacios y la recomendación que sobre él había expresado el General Acosta Chaparro, con quien seguramente había colaborado y resuelto muchos casos anteriores, le platiqué esto al Subprocurador y dijo que requiriera al agente Palacios para plantearle el caso, explicárselo y ver si a él se le encargaba, avisando, por una mera atención al director de la Policía Judicial.
Fue así como tuvimos la presencia en nuestras oficinas del agente Palacios solicitando su opinión sobre el caso concreto y comentando que ya podría él construir una hipótesis sobre el móvil y el perfil del posible criminal, afirmando sin lugar a dudas que había sido solamente un autor.
Continuará: Entra en acción el agente Palacios y su grupo.
RAA