El otro día, platicando con mis compañeras de secundaria del Jassá, nos comentaba una de ellas que en el Facebook de su prima, había visto este escrito, el cual, nos conmovió a todas. Es de Buena Luna, se titula como el artículo y dice así: 

“Llévame a la calle, hijo, que aún tengo buenas piernas; a caminar sin rumbo fijo, contigo, no me sentiré viejo… 

Invítame a tu casa, hijo, el domingo en la mañana; a compartir tu buena mesa y sentirme acompañado…

Háblame con cariño, hijo, no me retes ni te alteres; los viejos somos como niños, nos gusta que nos mimen, nos sonrían sin desaire…

Festeja mis ocurrencias, no critiques mis locuras; trataré de ser valiente aunque surjan amarguras… 

No me alejes de tu lado, no me hables con engaño; tengo aún mi mente clara, los recuerdos son de antaño…

Ven a verme a casa, hijo, yo no te pediré nada; solamente tu presencia y contemplar tu cara…

No me dejes triste y solo, no me metas a la cama; los doctores se equivocan, el dolor está en el alma”. 

Me impresionó mucho… porque aunque ya no tengo a mis papás conmigo, me hizo pensar en aquellas veces que siento que tal vez, les fallé… con el tiempo y la lejanía, creo que se recrudecen los sentimientos y el pensar: “Pude haber hecho más”. ¡Qué no daría ahorita por una tarde que comiéramos juntos; preguntarles alguna duda de sus historias personales; que me dieran (los que ahora considero) sus sabios consejos, pero que en algún momento consideré “pensamientos de viejitos”.  

¡Qué no daría ahora por uno solo de sus abrazos y sus besos, que cuando estaban vivos, carrereaba y no valoraba! Recuerdo las ocasiones en las que me desesperé con ellos… o aquellas en las que no los comprendí como debía… pienso en que posiblemente no apoyé de la manera adecuada a mi mamá, cuando murió mi abuela… su mamá…  O cuando quería que caminaran más aprisa y tuvieran más energía sin tomar conciencia de que eran así, por su edad.  

A veces, como hijos no nos damos cuenta que lo que más disfruta uno de padre, es simplemente ver y estar con tus hijos… ¡y qué mejor si están juntos! ¡Démosles esas pequeñas grandes alegrías a nuestros genitores! ¡Seamos un buen ejemplo para nuestros descendientes! Sencillamente estar con ellos con paciencia y amor… cómo nos gustaría que nuestros hijos estén con nosotros, cuando ya no podamos hacer ni pedir nada más. 

¡Tratemos de hacerlo, mientras aún podamos… nosotros y ellos! 

LALC

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