La disminución de la pobreza es un logro innegable, pero el aumento en carencias de salud y educación es una calamidad.

A unos días de que tanto el partido en el gobierno como la oposición elijan a sus candidatos -más probablemente candidatas- para las elecciones del 2024, conviene iniciar un balance del gobierno de López Obrador. ¿Un balance?, se preguntarán sus feligreses y sus detractores. Los primeros insistirán en que todo, absolutamente todo, ha sido positivo, se atrincherarán en sus certezas y execrarán estas líneas; a los segundos, por su parte, les parecerá banal el ejercicio: todo, absolutamente todo, ha sido lamentable y, del mismo modo que aquellos, se refugiarán en sus verdades absolutas. Aun así, vale la pena intentarlo: realizar un balance no significa argumentar que lo bueno pese igual que lo malo, o viceversa, sino tratar de aquilatar, en medio del ruido y la furia, cuánto hemos ganado y cuánto hemos perdido: AMLO está por marcharse y, quienquiera que gane la Presidencia, deberá confrontar su legado.

Hay un tema ideal para empezar este examen: la forma como AMLO ha encarado la pobreza. Ello significa dejar para después temas acaso más graves -la militarización, la violencia o el Estado de derecho-, pero nos centra en un punto crucial de su agenda y el que más respaldo popular le ha conferido. Las cifras reportadas por el Coneval en su última estimación de pobreza multidimensional son el mejor punto de partida. Hay quien afirma que los datos son incontrovertibles, pero no ocurre lo mismo con las interpretaciones que hacemos de ellos: nada más simple que barajar los números a nuestro antojo. Eso ha pasado en estas semanas: para sus seguidores, las cifras representan un evidente triunfo de las políticas de la 4T; para sus enemigos, esconden un desastre mayor que cualquiera de sus aparentes logros. Intentemos observarlos sin (demasiados) sesgos.

Según el Coneval, entre 2018 y 2022 el porcentaje de personas en situación de pobreza multidimensional bajó de 41.9 a 36.3%, es decir, más de 5 millones de personas salieron de esta categoría. Estos son los datos que la 4T festeja, y con razón: el logro es innegable. “Primero los pobres” fue la gran promesa de AMLO y, pésele a quien le pese, estos resultados parecen confirmarlo. Cuando se pasa al número de personas en pobreza extrema, la cifra es menos optimista, con un aumento de 400 mil personas. Aun así, las razones del avance, sobre todo en tiempos de pandemia -y su caótica gestión gubernamental-, debemos hallarlas en el constante incremento de los salarios mínimos y en las ayudas directas que benefician a una parte significativa de la población. Dos medidas combatidas fieramente por sus rivales. No deberíamos dejar de celebrarlo: la desigualdad es una de nuestras mayores taras.

El informe incluye, sin embargo, otros datos: el porcentaje de personas con carencia a los servicios de salud aumentó de 16.2 a 39.1%, es decir, más de 30 millones de personas. En servicios educativos, quienes perdieron su acceso a la escuela pública fueron un 0.4% de la población: poco más de millón y medio de personas. Aquí tampoco caben muchas dudas: sobre todo en acceso a la salud, nos hallamos ante una calamidad sin paliativos. ¿Las razones? La desaparición del Seguro Popular, la caótica gestión del Insabi y su tardía reincorporación al IMSS. Más lejos de Dinamarca que nunca.

Estas cifras ofrecen uno de los retratos más objetivos que puedan hacerse de López Obrador: si por un lado confirmó su promesa de velar por los más pobres -y consiguió que 5 millones lo fuesen menos-, por el otro su terquedad ideológica lo llevó a desmantelar el sistema de salud que heredó de los regímenes pasados, en vez de detenerse a reformarlo, provocando su escandalosa destrucción -y miles de víctimas en el camino-. Por desgracia, esta es la lógica que prevaleció durante todo el sexenio en numerosos rubros. Ya hay quien discute si importan más los 5 millones que dejaron la pobreza multidimensional o los 30 que perdieron su derecho a la salud. La cuestión es que no debió ser una cosa o la otra. No se trata, pues, de un simple claroscuro: es la trágica radiografía de estos años.

@jvolpi

 

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