Por Arturo Sarukhán, exembajador de México en EU
Los miembros del grupo difieren profundamente. Brasil, India y Sudáfrica son democracias. Rusia y China no. Rusia, China e India poseen armas nucleares; Brasil y Sudáfrica no.
China y Rusia son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU; India y Brasil aspiran a serlo. China e India han estado enfrascados décadas en una disputa limítrofe territorial. Brasil y Rusia exportan productos básicos; China los importa. La economía china es más grande que las demás juntas. Y es que el acrónimo original “BRIC”, que hoy agrupa a estas cinco naciones, fue acuñado en 2001 en Goldman Sachs como una medida de marketing para resaltar oportunidades de inversión en las economías de rápido crecimiento que, según esto, dominarían colectivamente la economía mundial en 2050.
Pero a partir de 2009, instados en gran medida por Brasil, que concebía esa alineación como una oportunidad geopolítica para destacar su liderazgo en el llamado “Sur global”, las cuatro naciones BRIC originales empezaron a concebirse a sí mismas como un bloque para coordinar posturas y políticas multilaterales. En 2010 invitaron a sumarse a Sudáfrica (y por ende la adopción de la S en el acrónimo), consolidando con ello su perfil como un bloque alternativo al Occidente geopolítico.
En medio de la guerra desatada por Rusia en Europa y el ostracismo a Putin (quien no pudo viajar a Johannesburgo a la cumbre BRICS celebrada ahí la semana pasada por la orden de arresto girada en su contra por crímenes de guerra y de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional) y el creciente pulso entre China y EU, hoy los BRICS han vuelto a apostar por su relevancia geopolítica y su visión de corregir errores percibidos de un sistema global que favorece a Occidente. Con la cumbre y la decisión de ampliar el bloque invitando a Argentina, Egipto, Etiopía, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y, sobre todo, Irán, dan un paso en esa dirección. La cumbre sin duda pone de manifiesto que Beijing parece haber sido particularmente exitoso en dar forma a la agenda y discusión. Gran parte del lenguaje de la declaración refleja posiciones chinas. Y agregar a Irán, Egipto, Etiopía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos es una clara muestra de la ambición china de desafiar la influencia de EU en Medio Oriente, una región que Beijing considera cada vez más vital.
No obstante, también es menester aquí un toque de realidad. Si de inclusión y visión holística para la gobernanza global se trata, habría más bien que fortalecer al G20, en el cual se encuentran muchos de los BRICS, más otros. Y el impulso expansivo de Beijing corre el riesgo de exponer divisiones entre los BRICS. Algunos —India en particular— no desean permitir que el bloque pase a formar parte de un “club” chino. Por su parte, China, a pesar de su discurso, en privado se opone a que India, su vecino y una potencia militar regional, logre su anhelado objetivo de convertirse en miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Los BRICS pueden ampliarse, pero es poco probable que logren mucho como bloque en el corto plazo más allá de gestos simbólicos. Hay, por el momento, mucho ruido, pero pocas nueces.
¿Y qué decir a manera de pie de página sobre México? La decisión de la cancillería declinando la invitación a participar en la cumbre y expansión de los BRICS fue la correcta (nuestra apuesta debe seguir siendo, en la medida que Trump no regrese al poder, norteamericana).