El frente opositor tiene candidata. El proceso de designación estuvo lejos de la ejemplaridad y no logró presentar el contraste que se ofrecía inicialmente con los modos del oficialismo. Ésa era la invitación: si Morena le deja todo a las encuestas, haremos encuestas y también una elección porque nosotros no tememos a la gente. Esa es la promesa que el frente incumple. Habiendo expresado su indignación por la falta de respeto del gobierno a las reglas del juego democrático, el Frente se brincó las que, unas semanas antes, se había dado a sí mismo. Finalmente, la decisión no se tomó en las urnas, sino también con encuestas. De los dos mecanismos que se habían ofrecido para decidir la candidatura, el Frente adelantó uno y suspendió el otro para forzar la declinación definitiva. No se trata, desde luego, de una falla exclusiva de las oposiciones: el país no ha logrado dar cauce a la competencia interna de partidos y coaliciones. Mientras el INE no intervenga en la organización de elecciones primarias, seguirá habiendo candidaturas de aparato o de encuesta.

Esta mancha no convierte a Xóchitl Gálvez en la candidata de la partidocracia. Su candidatura es, por el contrario, la derrota de las maquinarias. Los convocantes del Frente tenían un escenario muy distinto en mente cuando pactaron las reglas de la coalición. Si han resuelto apoyar a Gálvez, es porque no les queda de otra. La senadora se coló a una fiesta a la que no había sido invitada. No solamente se invitó a sí misma, sino que se quedó con el pastel. La conciliación tiene muchos retos por delante. Los aparatos la siguen viendo como una advenediza; la candidata los sigue viendo como una carga.

Si la hidalguense logró imponerse a los cuadros más tradicionales fue porque es distinta, porque no tiene tatuaje de partido, porque no puede cargársele a ella la responsabilidad de las desgracias y corruptelas del pasado reciente, porque se presenta como una especie de opción independiente. Pero, a partir de ayer, es representante de los partidos de los que se ha pretendido distanciar. Convertida en candidata de oposición tendrá que caminar al lado de los partidos que la apoyan.

¿Cuál será la relación entre candidata y partidos a partir de ahora? ¿Podrá preservarse el atractivo inicial de su candidatura ahora que es abanderada de tres logotipos desprestigiados? ¿Será capaz de construir un equipo propio y competente o caerá en manos de los liderazgos de siempre? La candidata necesita a los partidos, pero debe cuidarse de no ser devorada por ellos. Para competir, la candidata debe coordinar a los antiguos rivales. En los próximos días, con la conformación de su equipo, veremos si la candidata de la oposición es capaz de conducir su campaña o si claudica ante la intimidación de las burocracias. La nueva etapa está llena de riesgos. Gálvez camina entre peligros. Por un lado, su instinto puede conducirla al aislamiento. El éxito inicial de sus reflejos podría llevarla a la convicción de que ese olfato es guía suficiente para una campaña nacional. Por el otro, sus temores, el reconocimiento de su inexperiencia puede conducirla a la sumisión. Ese es el complejísimo equilibrio que tendría que encontrar: ser fiel a su naturaleza y redefinir, bajo sus términos, la naturaleza de la coalición electoral.

Gálvez no puede seguir pedaleando a solas. Necesita puentes con los partidos y también muretes frente a ellos. Necesita asesoría en todos los asuntos a los que no ha dedicado atención suficiente, necesita encontrar una vocería eficaz que replique su mensaje. La coalición opositora sigue viéndose frágil y la candidatura cruda. A Denise Maerker le confesaba recientemente que necesitaba ponerse a estudiar. Esa oportunidad escolar se la ha escapado ya. Lo que la candidata tiene por delante no es un examen profesional sino una elección y, tal vez, un gobierno. No le corresponde quemarse las pestañas con el atlas de la circunstancia mexicana. Lo que puede hacer es convocar inteligencias con prestigio y dar cuenta que la política que hace falta en México no es la del iluminado que todo lo sabe sino la de la coordinadora que incorpora y canaliza lo mejor.

Dos elementos de su discurso muestran una sensatez elemental. El país no necesita doctrinas sino soluciones. El país está cansado de la política de la enemistad.

Gsz

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