Debería ser momento de parar todas nuestras actividades y no solo reflexionar, sino ver qué podemos hacer para detener la violencia y la inseguridad que campean en nuestro México.

De pronto vemos exacerbada la saña con la que se agrede y mata a seres humanos, no únicamente por parte de grupos criminales, sino desde la propia sociedad civil. Se cometen asesinatos y golpizas brutales, ante las cámaras citadinas o de teléfonos celulares. 

Por un lado vemos noticias de ataques armados y ejecuciones tanto a la sociedad civil como a las autoridades. 

Me refiero a los crímenes que han sucedido como el cometido hacia los muchachos de Lagos de Moreno, hecho del que aún no han sido encontradas todas las víctimas y menos  los delincuentes.

Un Presidente de la República que prefiere contar un chiste en lugar de afrontar el hecho y mover al aparato de gobierno para hacer justicia y una oposición que sólo critica.

Si bien hubo protestas para exigir justicia en Lagos de Moreno, no todo el país se unió para hacer presión. 

En otros puntos de México, narcobloqueos, ataques armados y la guerra infinita de los cárteles del crimen. 

Michoacán con su producción y venta de limón y aguacate condicionadas y extorsionadas por grupos delictivos. 

Guerrero con su capital bajo un literal estado de sitio y toda la entidad con atentados en contra de la autoridad federal, me refiero a las ejecuciones de jefes y funcionarios de la mismísima FGR. 

Otras entidades donde el crimen no cede, y nos referimos a Sinaloa, Tamaulipas, Zacatecas, San Luis Potosí, Guanajuato, Jalisco, etc.

Regreso a las acciones que pasan en la sociedad civil, como el feminicidio de Milagros Montserrat en nuestro León, Guanajuato, donde se hace realidad eso de que la vida no vale nada. 

Luego retomo las brutales golpizas a jóvenes en Puebla, en Cancún, en el Estado de México, donde hubo  cámaras que registraron los hechos, pero lo que nos hace preguntarnos qué otras más ocurren sin que sean grabadas.

Todo ello es un posible signo de verdadera pérdida de valores y de conciencia humana.

No nos debe extrañar que a las autoridades de todos los órdenes de gobierno no les conmueva lo que pasa y más bien salgan a decirnos que los índices delictivos van a la baja.

En mi pueblo eso se llama no tener madre, porque lo que nos pasa debería ser motivo de reunión para actuar y trabajar de manera coordinada para rescatar el estado de derecho y la seguridad nacional. 

Eso de parte de las autoridades, pero de parte de la sociedad es urgente detenernos a meditar qué se tiene que hacer.

La indolencia política es normal, pero no lo debe ser la indiferencia social, porque el destino nos ha alcanzado. 

Es increíble que a un político que presentó propuestas de solución a lo que nos aqueja, no se le haya dado la importancia debida. Me refiero a Marcelo Ebrard. 

La capacidad de asombro no se debe terminar, porque de manera inconsciente estamos esperando algo nuevo que nos mueva, pero queremos que sea de mayor impacto. 

No debe ser más importante el pleito mediático y el chisme del momento de los políticos que nuestra seguridad y la de nuestra familia.

Es tiempo de respirar profundo, pero lo es también de preguntarnos qué podemos hacer, primero en lo particular, luego en lo grupal y social, para después mover al poder político.

Motu proprio, los gobiernos no van a actuar, deben ser movidos por la palanca y la fuerza social. 

La lucha no será fácil, pero es la única alternativa de salvación. La tranquilidad, la paz social se nos fueron de las manos, pero urge recogerla del piso y empezar a recomponerla, a armarla como un rompecabezas.

Nunca es tarde para iniciar la reintegración social, nunca es tarde para salvar el barco en el que viajamos todos.

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