El problema de México no son sus candidatas, sino las sombras a su alrededor: el Presidente saliente y los antiguos partidos dominantes.
Dos mujeres. Dos profesionales reconocidas en sus respectivos campos. Dos avezadas políticas con trayectorias propias. Una, activista de izquierda; la otra, empresaria que se define de centro-izquierda. En medio de las ríspidas batallas que libramos a diario en nuestro México bifronte, hemos olvidado muy rápido que nos hallamos en una posición privilegiada en el orbe. Los seguidores de una y otra -o, más bien, los fanáticos pro y anti López Obrador- no se cansarán de endiosar a una y demonizar a la otra, y ellas mismas no tendrán otra salida que combatirse con todos los medios a su alcance, pero este hecho no debería distraernos de la afortunada rareza que representa, en el contexto global, que sean ellas quienes se disputen el poder.
En ninguna medida esto significa que Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez sean intercambiables: sus diferencias vitales y de carácter, y sus ideas sobre el país, resultarán cada vez más obvias -de eso se trata el juego democrático-, pero no representan posiciones irreconciliables o antagónicas como las que predominan en otras partes. Y, sobre todo, ninguna encarna el populismo extremista, sea de izquierda o de derecha, que prevalece por doquier. Ambas privilegian -o al menos lo han hecho hasta ahora-, la sensatez, uno de los valores más escasos en nuestro tiempo.
Ni Claudia ni Xóchitl se acercan a Maduro, Trump, Milei, Bukele, Ortega, Bolsonaro, Meloni o Le Pen y, en todo caso, se ubicarían más bien entre los extremos representados por los chilenos Gabriel Boric y Michelle Bachelet: una izquierda o un centro-izquierda democráticos, defensores de los derechos de las mujeres y las minorías, bien conscientes de la urgencia de combatir la desigualdad. Demasiado enfrascados en nuestras agitadas querellas, nos cuesta apreciar lo que significa: mientras en el resto del mundo la mayor amenaza a la democracia se halla en la ultraderecha, aquí podremos elegir entre dos visiones progresistas contrastantes y diversas.
Por desgracia, las buenas noticias terminan aquí. El problema de México no son sus candidatas, sino las sombras a su alrededor. En el caso de Sheinbaum, el Presidente saliente, por supuesto, y el entorno fanático y acomodaticio que se ha creado: un ámbito que se proclama de izquierda, pero que se ha acercado más bien al populismo de derecha, obsesionado con la militarización extrema del país. En el de Xóchitl, los antiguos partidos dominantes, desprestigiados al máximo luego de tres sexenios de guerra contra el narco y de corrupción sin paliativos. Sombras pertinaces que ya trabajan para arrebatarles el programa, la iniciativa y la agenda, instándolas a atender consignas partidistas y a defender proyectos y figuras impresentables.
Una y otra ya han tenido que incorporar a sus equipos -y lucir sonriente en las fotos- a esos carcamales que encarnan lo peor del pasado: no hay remedio, es el precio a pagar por sus candidaturas. En campaña, sus partidos no querrán concederles demasiado margen para expresar sus verdaderas intenciones: mientras Xóchitl luce demasiado liberal para el PAN, la principal fuerza que la apoya, a Claudia le será muy arduo diferenciarse de López Obrador. Ambas, sin embargo, poseen la astucia y el empuje para atraer nuevas voces: en sus manos está el futuro de un país devastado que requiere como nada de la esperanza que podrían conferirle.
Para ganar credibilidad, Xóchitl debería condenar con dureza la guerra contra el narco de Calderón o la rampante corrupción de Peña Nieto, y Claudia expresar su repudio a las numerosas políticas de AMLO que han traicionado la agenda de la izquierda. Será casi imposible que esto ocurra. Aun así, la posibilidad de que ambas incorporen a jóvenes independientes y críticos a sus campañas será crucial para que el país confíe en ellas. Para en verdad triunfar, una y otra están obligadas a romper con quienes hasta ahora las han apoyado: lo mejor que podría pasarnos es que los arrinconen y sean ellas quienes impongan sus ideas y sus personalidades de una vez.
@jvolpi