El sábado, el gobierno de México mancilló el solemne desfile de la Independencia al incluir una escolta de Rusia, un país que ha invadido una nación soberana y cometido atroces crímenes de guerra. Aunque la reacción de repudio a semejante decisión fue casi unánime, no faltó quien la defendiera. Algunos ofrecieron equivalencias falsas y risibles, otros se entregaron por completo a la indecencia, aplaudiendo la política rusa en Ucrania. De pronto parece que nuestro extravío de la brújula moral más esencial no conoce límites. Ofrezcamos, pues, un golpe de realidad.

Hace algunos meses conversé, en el podcast Univisión reporta, con el colombiano Pablo de Greiff, respetado experto en derechos humanos que encabezó las misiones de Naciones Unidas que han investigado los crímenes de guerra en Ucrania. La entrevista me sacudió. En su crónica, reflejada en los reportes de Naciones Unidas, De Greiff ofrece un retrato del infierno perpetrado por esas mismas fuerzas armadas, que hace un par de días pisotearon el Zócalo de la Ciudad de México. Retomo aquí solo las conclusiones sobre tortura y abuso sexual infantil, crímenes de guerra siniestros.

“La primera visita tengo que confesar que me impresionó brutalmente y mucho más que otras que he hecho a países que han sufrido conflictos. Y atribuyo la diferencia a dos factores específicos. Uno: la mayor parte de los conflictos en los que uno interviene son conflictos en donde las armas cortas de fuego son las armas de uso habitual. Este, en comparación, es un conflicto en donde las armas principales son armas de alto poder explosivo, bombas aéreas, cañones, misiles. Y eso quiere decir que la magnitud de la destrucción que presencias cuando visitas el país es completamente diferente al de un país en donde el conflicto ha transcurrido con armas cortas (…) Durante esa primera visita, la comisión, recorrió 3000 kilómetros en Ucrania y eso no es poco y el grado de destrucción que presenciamos es impresionante. El segundo factor que me impresionó es que fuera del uso de armas de alto poder explosivo, ocurrió de forma habitual el uso de violencia en contra de civiles que no constituían ningún riesgo para las fuerzas armadas rusas incluyendo, por ejemplo, mujeres mayores, gente, como se sabe, con las manos atadas y los ojos vendados, que se desplazaban en automóviles, pero ni siquiera en dirección a las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa, sino en la dirección contraria. Y aun así se les disparaba con armas de alto alcance, muriendo familias enteras, incluyendo mujeres y niños, en circunstancias en las que ese uso de la fuerza es absolutamente inexplicable, porque nadie puede alegar que constituían una amenaza, ni siquiera desde el punto de vista subjetivo, a las fuerzas armadas que perpetraron esos crímenes. Y eso es impresionante.

“Hay un componente de resentimiento y de odio en algunas de las violaciones, incluyendo las torturas, pero también las violaciones sexuales, que son absolutamente brutales La víctima de violación sexual más joven que encontramos fue una niña de cuatro años. Y la mayor, una mujer de 82. Sabes que eso es absolutamente inhumano”.

“La Comisión efectivamente tiene evidencia de la transferencia de niños ucranianos a la Federación Rusa bajo diferentes circunstancias. La primera, por ejemplo, situaciones en las que los niños se separaban de los padres en situación de conflicto y los soldados de la Federación Rusa los recolectaban, los transferían primero a algún lugar dentro del territorio ocupado ucraniano y luego a diferentes lugares en la Federación Rusa. Hubo también traslado forzado de niños institucionalizados en territorio ucraniano (…) enviaron a los niños al otro lado de la frontera, es decir, al lado de la Federación Rusa. Esos niños no han sido recuperados y desde el punto de vista de derecho internacional humanitario y desde el punto de vista de la Convención de los Derechos del Niño, la obligación de un ejército siempre consiste en tratar de contactar a los padres o a los guardianes legales de los niños, tratar de la forma más rápida posible la reunificación familiar y, en cualquier caso, anunciarles a las autoridades del otro país que ha adquirido poder sobre niños ciudadanos del país contra alguien. Ninguna de esas condiciones se ha cumplido en ninguno de los casos de los cuales la Comisión tiene evidencia ninguna de esas condiciones”.

La conversación completa con De Greiff puede encontrarse en el catálogo de episodios del podcast Univisión Reporta. Los apologistas de Vladimir Putin en el gobierno de México harían bien en escucharla, lo mismo que los cínicos que aplauden desde su teléfono celular la aparición, nada menos que en el desfile de la Independencia, de los representantes del ejército ruso, el mismo que en Ucrania ha secuestrado y violado niños.

Quizá entonces recuperen un ápice de humanidad.

 

@LeonKrauze

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